En la ópera «Il Trovatore» de Verdi la elección de un conjunto equilibrado de voces solistas que tenga en cuenta, además, las exigencias vocales de la obra es fundamental. Más si cabe en montajes como la última coproducción de la Ópera de Oviedo que, hasta ayer, estuvo en cartel en el Campoamor. La atención en ésta se centra en el aspecto musical de la ópera, desvestida de la parte escénica. Con un cuarteto de voces protagonistas descompensado, tal y como fue el caso de la función fuera de abono de «El Trovador», quedan más al descubierto si cabe las carencias de la producción en este sentido. Al mismo tiempo, hay que considerar que la responsabilidad del resultado musical global del espectáculo debe ser la misma que en una función de abono, de manera que se ofrezca al público una sesión artísticamente equilibrada y de calidad.

Las voces femeninas destacaron en la función del sábado. Carmen Solís, en el papel de Leonora, y María Luisa Corbacho, como Azucena, fueron, justamente, las más laureadas por el público. Solís realizó un trabajo vocal muy correcto, adecuada en lo dramático y exquisita en las partes más líricas, mostrando una línea de canto depurada, más segura hacia el agudo que hacia el grave. De este modo, la soprano protagonizó grandes momentos, como la sugestiva aria «D'amor sull'ali rosee» del último acto. Por su parte, Corbacho se impuso sobre el escenario desde su aparición en «Stride la vampa», realizando un gran papel vocal y dramático. Sus ricas cualidades y recursos vocales, de efectiva expresividad, la convierten en una Azucena perfecta, en la que se debaten el amor, el rencor y el deseo de venganza. Hay que tener en cuenta también las intervenciones de Marifé Nogales, como Inés, vocalmente más resuelta que en la función del pasado jueves.

En cuanto a las voces masculinas, Josep Fadó fue un trovador resuelto en lo actoral frente a lo vocal, debido, sobre todo, al excesivo vibrato y a las desafinaciones, especialmente hacia el agudo, en las partes melódicas. Damiano Salerno fue un conde de Luna con una presencia quizá demasiado templada sobre la escena, hasta el dúo con Leonora del cuarto acto. En intervenciones como el aria «Il balen'del suo sorriso», el barítono mostró un fraseo expresivo y flexible, aunque no de gran caudal vocal, salvando las exigencias en el registro agudo. Por su parte, Marc Pujol superó con solvencia el «racconto» inicial de la ópera.

Por último, hay que destacar a la orquesta «Oviedo Filarmonía», por su capacidad de adaptación, en esta ocasión bajo la dirección musical de Andrés Juncos, que tuvo dificultades para concertar voces y foso en los dos primeros actos. Por lo demás, y teniendo en cuenta las diferentes características del reparto, se logró una versión instrumental colorista, cuidada en la combinación de timbres y a un ritmo efectivo.