Marc Richir, belga afincado en Francia, filósofo y profesor jubilado de la Universidad Libre de Bruselas y de París VII, es un destacado cultivador de la fenomenología. La Sociedad Asturiana de Filosofía (SAF) ha desarrollado en Oviedo, en las dos últimas semanas, un curso, el primero en España, sobre Richir al que, claro, asistió, convertido en objeto y sujeto de la cita.

-¿Cabe hablar aún de Filosofía europea?

-Sí, en cierto modo. Quiere decir filosofía francesa, filosofía alemana e incluso filosofía española, con Ortega, Zubiri o, desde luego, Machado.

-¿Y hoy?

-Hoy en día la filosofía está en franco peligro de desaparecer.

-¿Por qué?

-Por culpa de la degeneración de su lugar de anclaje y de transmisión que es la Universidad. La degeneración es el resultado del llamado proceso de Bolonia.

-Bueno, la filosofía es muy anterior a las universidades.

-Sí, ciertamente, y si tomamos en consideración la época moderna para simplificar, Descartes nunca fue filósofo en la Universidad; Malebranche, tampoco; Spinoza tuvo la reputación de haberse dedicado a pulir lentes y Leibniz era diplomático. En el siglo XVIII la Universidad también estaba en un proceso de degeneración. En Alemania hubo que esperar a Kant. De todas formas harían falta en la sociedad actual instituciones especiales que estuviesen sostenidas no tanto por el Estado cuanto por mecenas. Pero prefieren comprar helicópteros o aviones antes que pagar a filósofos para que, aparentemente, no haga nada o para hacer cosas que no son rentables.

-Ese mecenazgo que apunta es muy del Antiguo Régimen.

-Descartes era un gentilhombre.

-Me refiero a que el mecenazgo, propio del Antiguo Régimen, sería un salto atrás.

-Sí, visto así evidentemente.

-En todo caso, los problemas filosóficos seguirán existiendo.

-Los problemas filosóficos existen desde siempre, desde los griegos, con paréntesis de silencio.

-¿Cuáles son a su juicio los dos, tres o cuatro grandes problemas filosóficos del momento?

-Todas las cuestiones del sentido, del sentido de la existencia, del sentido del futuro y del sentido de la tradición. Y no es problema sólo para los filósofos sino para la humanidad entera. ¿Qué es lo propiamente humano? ¿qué es el hombre?

-¿Usted tiene respuestas personales, de escuela o de generación?

-A decir verdad, no tengo respuestas. Creo que se puede decir, en todo caso, que son personales en tanto en cuanto soy yo quien las elabora en mis libros. Vistas así son personales. Sin embargo, me inscribo en la tradición filosófica general y en particular en la tradición fenomenológica.

-Pues defínala en diez palabras.

-En pocas palabras, realmente en pocas palabras, pues cuando algo, sea externo o interno, aparece, ¿qué es lo que aparece?

-Cuando se habla de fenomenología el ciudadano medio piensa en Husserl, pero ¿qué tiene que ver esa filosofía de hace ochenta años con la actual?

-En el mejor de los casos se piensa en Husserl. Era un matemático. Intentó hacer una teoría original y originaria de la ciencia. Por ejemplo, cuando contamos aritméticamente, ¿qué es lo que ocurre?, ¿qué operaciones efectivas hay en el acto de contar? No es una máquina la que está contando. De ahí, la fenomenología se ha ampliado a los diferentes campos de la experiencia humana.

-¿Es una teoría del conocimiento?

-Si se trata del campo de la experiencia humana en general y de la efectividad no se puede sostener eso, ya que no hay un protocolo experimental, y afortunadamente no lo hay, de la afectividad, de la sensibilidad y de la creación artística. No hay tal protocolo.

-Sociólogos, psicólogos o psiquiatras dirán que los fenomenólogos están invadiendo su campo.

-No me plantea ningún problema entrar en su campo. Quizá sea un problema para ellos. En psiquiatría, bajo la influencia americana y sobre todo en virtud de la clasificación de las enfermedades mentales por el DSM, el manual que las recopila, los psiquiatras tienen un protocolo para tratar de calmar los síntomas del enfermo por medios químicos pero no para curarlos. La fenomenología trata de comprender en qué consiste una esquizofrenia o una psicosis maniaco depresiva o la creación artística.

-¿Entonces?

-La cuestión se sostiene en el campo de la filosofía y en particular de la fenomenología sin pretender hacer ciencia.

-¿Dos mundos que ni se ven?

-Para algunos psiquiatras sí tiene interés lo que pueda decir la fenomenología. Y también para algunos matemáticos y físicos. Fui físico.

-¿Cómo se puede dejar algo tan interesante como la física por la fenomenología?

-Porque tras una cierta práctica de la física durante varios años me di cuenta de que no me aportaba las respuestas que esperaba.

-Ciertamente Schrödinger, Heisenberg y otros gigantes de la física acabaron escribiendo libros de filosofía.

-Eso prueba que hay cuestiones filosóficas en la física que van más allá de la física. El problema es que hoy la propia estructura social de la práctica de la física ha cambiado. Ahora se trabaja en equipos de cientos de personas, como ocurre en el acelerador de partículas de Ginebra. El trabajo está muy fragmentado. Trabajé en un laboratorio y para el filósofo que ya era supuso una actividad aburrida. Me dedicaba a una parte muy pequeña de la física. Sólo se confía esas pequeñas partes al investigador. Ha habido grandes físicos filósofos en la antigua generación pero ya no hay gente de esa pasta.

-¿Desde una modesta oficina de patentes, como aquella de Berna, se puede hacer ahora lo que hizo Einstein en su día?

-La verdad es que no lo sé pero en cualquier caso es cierto que parece más difícil ahora que antes.

-Marx, comentando a Feuerbach, dijo que el mundo ya estaba suficientemente interpretado así que era la hora de cambiarlo.

-El problema es que habría que cambiar el mundo. La filosofía en todo caso siempre ha hecho algo más que interpretar. Marx atacaba a la generación que sucedía a Hegel, la llamada generación de los hegelianos de derechas.

-¿Es usted, entonces, un pensador comprometido?

-Espero que no. De lo contrario se llegaría a una fragmentación de la filosofía.

-¿El objetivo de la filosofía es la felicidad de los estoicos?

-No, desde luego, como los estoicos pero sí es cierto que es una suerte de pasión que intenta encontrar respuestas a preguntas últimas y sin respuesta. Eso es lo que está en desajuste en relación con la ideología de la sociedad contemporánea que busca resultados. La filosofía y la fenomenología no producen resultados. Es una interrogación sin fin y es una experiencia de la condición humana.

-Ya, pero uno enciende la televisión y ve terribles problemas en Senegal y dramáticas escenas de los mineros en Chile.

-Eso no es un problema de la filosofía. Los mineros de Chile han supuesto un problema humano claro, si no los habrían dejado morir. También es un problema político. Pero no se puede resolver si no hay buenos ingenieros.

-Y es asimismo una cuestión religiosa, salían y se santiguaban.

-En eso se ve la tradición cristiana de Chile.

-Freud decía que los artistas se permitían el lujo de vivir de sus fantasías, ¿lo mismo los filósofos?

-Sólo mutatis mutandis podría decirse lo mismo. Vivimos en un tiempo de productivismos. Si la gente supiese lo que hemos hecho y hacemos en materia de filosofía nos desterrarían a una isla desierta diciendo ahí os quedáis porque no servís para nada.

-¿Es esa su fantasía?

-Felizmente no saben. Pero el pensamiento filosófico no es pura ensoñación, tiene algo racional aunque no sea algo concreto.

-¿Qué está leyendo?

-Últimamente he leído mucha poesía porque para mí la poesía y la práctica poética es un formidable ejemplo de lo que puede ser el ejercicio del pensamiento en conexión e íntima unidad con la afectividad. Hay algunas cosas que los poetas consiguen decir y que la tradición y la lengua filosófica no puede. Como trabajo en la fenomenología de la afectividad aprendo más de la literatura y de la poesía que de los filósofos.

-¿La filosofía no corre el peligro de disolverse en literatura?

-Cuando un filósofo hace literatura suele ser muy mala.

-Oyéndole me viene a la cabeza Deleuze.

-Le reprocho a Deleuze una cierta despreocupación y una falta de rigor filosófico que la fenomenología sí puede aportar.

-Insisto, ¿es usted un pensador comprometido?

-Quizá vuelva a tener sentido la idea de un pensador comprometido. El filósofo no debe intervenir en los debates cotidianos sino sólo en los momentos en que la historia parece vacilar sin esperanzas.

-Esa es la postura del Papa.

-Bueno, el Papa prescribe diversas reglas de práctica religiosa y moral, cosa que nunca haría un filósofo. El filósofo no debe prescribir nada, sólo despejar el sentido. No tiene una actitud de sobrevuelo. No está exento. Está involucrado en la historia pero no de la misma forma que el común de la gente.