D. O.

«No tienen placa con su nombre ni un simple ramo de flores, pero no son anónimos». Con estas palabras los familiares y amigos de los difuntos que yacen en la fosa común del cementerio de Oviedo recordaban ayer a sus muertos en un acto tan sencillo como emotivo.

Se trata de una pequeña zona verde bajo la que están los restos de cientos de personas que fueron enterrados sin ser identificados. Ahora su nombres se suceden en un muro de mármol negro que rodea el espacio, que durante décadas estuvo abandonado.

No fue el único homenaje que se rindió ayer a los muertos durante la dictadura franquista. Fuera del cementerio, alejado del camposanto, se levantó hace años un monolito en el que se recuerda que en ese lugar fueron fusiladas 1.500 personas, hombres y mujeres, entre los años 1937 y 1952. El monolito estaba ayer adornado con decenas de ramos de flores que honraban a todas esas personas, algunas de las cuales yacen en la fosa común, a apenas unos metros de distancia pero con un muro de separación.

La gran piedra colocada justo en el lugar donde tuvieron lugar los fusilamientos estaba ayer rodeada de vallas para preservar las flores que habían sido depositadas en homenaje a los fusilados. Llamaba la atención, más que en los últimos años cuando el monolito pasaba prácticamente desapercibido entre las caravanas de coches que salían de la zona del cementerio por la carretera que bordea la tapia del camposanto ovetense.