El numeroso público que el lunes asistió en la Catedral a la velada musical organizada por el Coro Universitario es buena prueba del reconocimiento a la labor realizada por el director de la agrupación, Joaquín Valdeón, que ha sabido imprimir a este tradicional concierto un carácter personal, fruto de su dilatada formación.

Reconciliar el repertorio histórico con obras de nueva elaboración, dando cabida a la proyección y creación de nuevos valores musicales, es buena prueba de lo dicho. Trabajo a la vez encomiable si estos nuevos talentos están ligados a Oviedo por nacimiento o formación. Es el caso de Guillermo Martínez (1983), joven compositor formado en el Conservatorio de Oviedo y actualmente doctorando de la Universidad de Manchester, cuya obra «Vetrata di Avvento. Sogni di luce» fue estrenada tras la interpretación del habitual «Gloria» de Vivaldi.

El maestro Valdeón supo fijar desde el primer momento, en el «Gloria», unos tempos equilibrados en velocidad y expresividad que la orquesta supo asimilar por su gesto delicado y preciso. Destacó por su hondura el diálogo entre el oboe y la soprano Ana Peinado sobre el versículo «Domine Deus».

Vivaldi es un compositor que el Coro Universitario domina con elegancia y confianza, pero no por ello disminuye la concentración de los cantantes en cada nueva interpretación. No está demás señalar que, en su mayoría, son estudiantes universitarios sin formación musical; en más de una ocasión han encontrado en esta agrupación el marco desde el que comenzar sus estudios musicales o proyectar una incipiente carrera como intérpretes.

Las dos intervenciones del contratenor C. Carlo Gil-Borreli ponen de manifiesto lo dicho anteriormente. Miembro del coro, lleva apenas un mes estudiando con la profesora asturiana Elena Pérez Herrero, pero ya ha sorprendido por la ductilidad de una voz que augura un futuro prometedor. Una voz limpia y de cualidades tímbricas de gran empaste con la cuerda, idónea para el repertorio barroco.

La obra de Guillermo Martínez para soprano, coro mixto, coro de niños y orquesta de cámara rebasó las expectativas del público. Construida a modo de cantata, esta «Vidriera de Adviento» está llena de energía y ductilidad en los materiales sonoros en una obra que va dejando traslucir una madurez poco habitual en un compositor tan joven. Liberado de prejuicios vanguardistas y escolásticos, Martínez pone su buen hacer al servicio de una obra en la que «la razón no puede estar por encima del corazón». Tomando como base diferentes textos latinos de la liturgia de Adviento, poemas de «La vida de María» de Rilke, de la película «Sebastiane» de Derek Jarman o del repertorio popular vasco -única cita musical de la obra-, las diferentes secciones orquestales y vocales son enlazadas por intensas intervenciones de la percusión a modo de «recitativo seco». La intervención de la Escolanía de Covadonga, explorada por el compositor en todas sus posibilidades vocales, a modo de «discantus medieval» o como elemento percutido, aportó gran colorido a una obra llena de sinestesias.

La intervención de la soprano Patricia Rodríguez en el «Aria ed epístola» la define como una de las voces más capacitadas de nuestra región, enfrentándose a pasajes de gran dificultad, pero con una intensidad sonora de sutil guiño a Penderecki.