David ORIHUELA

Se sienten estafados, engañados y con un punto de cabreo. Les prometieron que todo sería mejor, que habría menos alumnos por clase, más horas de práctica y que el sistema de estudio sería mucho más dinámico. Pero la realidad es muy distinta a lo que les pintaron casi de color de rosa.

El nuevo Espacio Europeo de Educación Superior, el llamado «plan Bolonia», ha pillado a contrapié a alumnos, profesores e instituciones. No hay dinero y sin recursos económicos es muy difícil cambiar una estructura tan gigantesca como la de la Universidad.

Los que más cerca están del problema, los que lo sufren en primera persona, son los alumnos, que hasta el momento no han encontrado nada positivo. No reniegan directamente del nuevo sistema porque, como dice uno de ellos, Juan Francisco Barros, alumno de primero de Derecho, «no tenemos pruebas de si funciona o no porque no se está aplicando».

Por partes. Bolonia pretende fomentar la atención individualizada, que las clases pasen a ser una suerte de tutorías en las que el profesor analiza el trabajo realizado por cada uno de los alumnos. ¿Se hace? «Es casi imposible con las clases masificadas», reflexiona Barros. Su compañero Javier Campos incide en la idea: «El profesor no puede hacerlo, le resulta imposible». No cargan las tintas contra los docentes, que, dicen, también se quejan, sino que donde les dijeron que habría cuarenta alumnos, en las clases teóricas, hay aulas que doblan esa cifra, lo mismo que ocurre en las prácticas, en las que las clases para veinte estudiantes lo son para al menos cuarenta chavales.

Aunque las ratios de alumnos por clase ideadas por Bolonia deberían ser más ajustadas, el Principado marcó para la Universidad de Oviedo la cifra -alta- de 80 estudiantes por aula en las lecciones teóricas. Era una forma de ajustar la plantilla docente al nuevo sistema sin tener que invertir lo que no se tiene debido a la crisis económica. Aún con esa cifra marcada por la Administración, más elevada de lo previsto cuando se diseñó el nuevo Espacio Europeo de Educación Superior, se eliminaban las gigantescas clases para más de 100 o 150 alumnos. Pero tampoco se ha podido cumplir. En primero de Derecho hay 436 alumnos y cinco grupos. La división es sencilla, son 87,2 estudiantes por clase. En estas circunstancias los alumnos ven imposible que se sigan las pautas de trabajo del nuevo plan de estudios. Y, además de verlo, lo comprueban a diario.

Las críticas son duras. «Nos están utilizando como conejillos de Indias», resume Pelayo Álvarez. El «experimento» tiene sus consecuencias según este estudiante, que considera que «nos estamos jugando nuestro futuro». Su compañero Javier Campos cree que les están «robando» un año de su vida.

A los alumnos se les nota estresados, más de lo habitual. La bestia negra de la carrera de Derecho siempre ha sido el Derecho Romano, la asignatura más dura y que más horas de estudio requiere, según los chavales. «Ahora tenemos que hacerlo en cuatro meses», lamentan. Hasta el cambio de plan de estudios Romano era una asignatura anual, ahora, como todas, ha pasado a ser cuatrimestral. «En cuatro meses no da tiempo, es imposible acabar el temario de la asignatura», dice Javier Campos.

Son los nuevos de la Facultad y los primeros de Bolonia y en apenas un mes, el próximo 14 de enero, se enfrentarán a su primer examen, de Historia del Derecho. ¿Cómo lo ven? «Pues muy chungo», dicen al unísono. «No da tiempo a estudiar», explica Juan Francisco Barros.

Pelayo Álvarez y Javier Campos explican que en años anteriores los alumnos disponían de un mes para estudiar antes de los exámenes. Eran cuatro semanas sin clase que bien aprovechadas daban para mucho. Ahora ya no existe ese período de estudio y los alumnos lo echan de menos.

En definitiva, «no han encontrado la fórmula» para aplicar el «plan Bolonia» en la Universidad de Oviedo, al menos así resume Juan Francisco Barros su sentir y el de sus compañeros. Y tienen muy claro de dónde parte el grueso del problema, de la ausencia de recursos económicos.

Ellos son los primeros que estudian según el plan europeo y, por el momento, lo único que ven es que no es lo que se les dijo. No critican Bolonia porque no lo conocen, ya que, en su opinión, lo que se está haciendo no es ni de lejos lo acordado.