La piñata es una olla de barro envuelta en papeles de colores, que contiene sorpresas y se cuelga de un cordel para que alguien, con venda en los ojos, la rompa a garrotazos. Las piñatas llegaron a Oviedo después de que Marco Polo desembarcara en Tazones, procedente de China, y nuestros frailes las llevaron a América para atraer americanos a misa. Una Navidad sin piñata es en México como ranchera sin mariachis. La piñata representa al diablo, que atrae por su colorido y tiene forma de estrella de siete picos, los siete pecados capitales. El palo que la golpea es Dios, para acabar con el Mal, y lo empuña una persona que no ve porque la fe es ciega. «Dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino», anima el coro. La piñata, en muchos hogares, contiene polvorones, en otros ha evolucionado, y el diablo, que es el demonio, deja polvo blanco y niebla.