Chus NEIRA

José Antonio Sánchez tiene 49 años y una bicicleta con la que todos los días recorre 32 kilómetros -16 ida, 16 vuelta- para ir a trabajar. Sale de Villapérez a las siete de la mañana y unos cincuenta minutos después llega a Soto de Ribera, tras haber atravesado La Corredoria, subido por Víctor Chávarri, entrado por el casco viejo, salido al Campillín, enlazado con la Senda Verde y llegado al Caleyu. Para volver, lo mismo. Lo lleva haciendo toda la vida, no por deporte, «yo voy tranquilo, a mi aire», pero desde hace un mes, cuando determinadas calles de Oviedo empezaron a lucir la señalización del «plan 30», que da prioridad a las bicicletas y trata de reducir la velocidad de los coches con la instalación de los badenes tipo cojines berlineses, lo hace con más tranquilidad, siente más respeto por parte de los conductores.

A su lado, otros tres ciclistas urbanos, Covadonga Álvarez, Carlos Tejo y Joaquín Arce, que es también director general de Política Forestal y se mueve encima de una de las primeras bicicletas «oficiales» que se hayan visto entre cargos de la Administración en España, dan la razón a José Antonio.

Mes y medio después de que el anillo central de la ciudad y determinadas entradas y salidas hayan empezado a lucir los límites de treinta kilómetros por hora, las señales azules que dan preferencia a las bicicletas, los cojines berlineses que tratan de frenar la velocidad de los coches y los accesos a zonas peatonales que han sumado junto a «taxis y motos» el permiso para «bicicletas», parece que empiezan a surtir efecto.

«Es una maravilla», admite Covadonga Álvarez. «Noto mucho respeto por parte de los coches». Claro que antes no es que fuera la ley de la selva, y quieren resaltar que la convivencia siempre ha sido pacífica, pero parece que las señales que dan preferencia a la bicicleta en determinadas calles dan visibilidad al ciclista en la ciudad.

Ellos, por su parte, también aspiran a que los suyos se conciencien cada día más de la necesidad de respetar las reglas y manejarse con este medio de transporte con todo tipo de precauciones.

El grupo de los cuatro sale de la Losa. Todos ellos llevan chaleco reflectante. No es una prenda necesaria, pero sí recomendable. «De lo que se trata», resume Arce, «es de que los coches te vean». «Cuanto más te vean, menos posibilidades hay de que se produzca un accidente. El chaleco, más si uno lleva ropa oscura, es muy necesario».

Para los pantalones, protegiendo así también la prenda de la suciedad de la cadena, las tobilleras reflectantes también mejoran la visibilidad del ciclista. La Dirección General de Tráfico reparte unas a todo ciclista que pase por allí a solicitarlas.

El pelotón de los cuatro sale de la losa de Renfe y se dirige hacia la zona peatonal de Suárez de la Riva, atravesando la calle Uría. Van compactos. En pelotón.

Es otra idea falsa, que José Antonio Sánchez ha tenido que discutir en ocasiones con algún conductor para hacerle ver su error, que el ciclista deba echarse a la derecha para dejar pasar a los coches. No. Las normas de seguridad dicen que el ciclista circule por el medio de su carril, y que si se hace en grupo no se vaya en fila india, sino en grupo compacto, uno al lado del otro.

Joaquín Arce tiene un artilugio en la bicicleta para defender su espacio de ciclista por el medio del carril. Su pasión en la defensa de este medio de transporte hizo que un inventor canario le mandase de regalo un «distanciador». Se trata de una varilla con distintivo naranja en su extremo que, acoplada desde el cuadro, permite extenderse hacia la derecha protegiendo el espacio de los vehículos que pasan demasiado cerca.