Querido Javier, tengo que remontarme al año 2002 cuando estaba en la prensa local la polémica sobre el derribo de la elegante visera del antiguo Carlos Tartiere. Obra del ingeniero Sánchez del Río y del arquitecto J. Álvarez Meana.

Sabías que entonces el Plan de Ordenación Urbana de Oviedo exigía que la inmensa parcela, con sus aparcamientos, tendría que dedicarse al uso exclusivo de zona verde. Pero se barruntaba que la codicia legítima de ciertos empresarios y la megalomanía de nuestro inefable alcalde, Gabino de Lorenzo, maniobraban para meterle a la ciudad el disparate de ese nuevo equipamiento, al que añadiéndole la supuesta desaparición, por ruina, del cuartel de la Guardia de Asalto se extendería por lógica hasta la plaza de toros.

También sabías que el fenómeno bilbaíno del Guggenheim de F. Gehry removía las pasiones de muchos alcaldes del país... pasar a la historia con la legación de una obra faraónica que perpetuase su memoria, en nuestro caso infausta.

Sabías que la indolencia del ambiente cultural de Oviedo (hoy el manifiesto SOS Cultura para Oviedo lo actualiza) pasaría durmiente por cualquier atropello.

Sabías, porque habías salido pronto de este reducto provinciano, que las batallas que no se celebran, se pierden. Y entonces tu juvenil impulso y la ingenuidad propia de quien tiene buena fe, te sentiste obligado a convocar una manifestación, apoyándote en la Asociación de Vecinos del Cristo-Buenavista, para protestar por este expolio verde.

A este llamamiento acudimos entre veinticinco y treinta personas que, con un ramito verde de olivo, cantamos al vacío nuestra indignación.

Antonio Masip en su libro «Desde mi ventana», página 243, ya presumía que tras la concesión del premio «Príncipe de Asturias» al arquitecto señor Calatrava otro oportunista arquitecto y un insigne economista rondaban al señor Calatrava para ofrecerle el encargo de un proyecto (que resultaría mayestático y apabullante) para la construcción de un auditorio-sala de conciertos y eventos congresuales (¿otro?). Al parecer el recientemente inaugurado del arquitecto señor Beca se les había quedado pueblerino e insignificante para las necesidades jactanciosas de nuestros próceres.

Pero, querido Javier, no es el motivo de mi carta hacer ahora una crítica del dislate arquitectónico, económico y estético que nos está regalando el señor Calatrava.

Mi carta trata de informarte de los desvaríos con los que intenta protagonizar tu antigua Asociación de Vecinos del Cristo-Buenavista. Hoy, Asociación de Vecinos del Cristo-Buenavista-Montecerráu.

Quizá la causa de sus audaces y dislocadas propuestas, reflejadas recientemente en un diario de esta ciudad, se deba presuntamente a la incorporación de la nueva barriada de Montecerráu.

Esta nueva clase ha colocado como portavoz de sus desvaríos a un señor llamado don Ramón del Fresno.

Pues bien, querido Javier, este señor, con su desparpajo que deja perplejo al mismo Caraja, propone, ahora, que cuando tecnológicamente están descartadas, por su obsoleta eficacia, las esbeltas torres de comunicación y cuando la sobreabundancia de aparcamientos subterráneos desborda la capacidad que precisa la ciudad (aquí cuento las que quedan por vender del Cinturón Verde y no cuento, por supuesto, los que insinúa don Gabino, que si todavía nos queda un resquicio de confianza en la justicia nunca se irán a construir en la calle de Uría)... Este señor, esta asociación, coloca, precisamente, estos dos elementos: la esbelta torre de comunicaciones, el Pirulí, y los aparcamientos subterráneos (¡qué fiebre!) para 6.000 vehículos, como elementos renovadores e impulsores de los nuevos terrenos que dejará libres el traslado del HUCA. De los aparcamientos llega a decir este buen señor que serán una ¿lanzadera? (sic).

Al meterse en la camisa de tantas varas, que lógicamente no puede rellenar, se dedica a continuación a repartir, como si de unos naipes se tratara, demoliciones por aquí, reagrupaciones por allá, cambios de uso en esta zona, creación de otros en aquélla... etcétera, en una demencial exposición de intenciones que solamente pueden movernos a la risa, a la burla y tal vez, por lo que vaya a decir a continuación, a la indignación.

Querido Javier, cuánto lamento que 4.000 afiliados de tu antigua asociación acepten, sin el menor rubor, la propuesta de formalizar estos disparates a través del contacto con el estudio A-Cero dirigido por el arquitecto Joaquín Torres, el llamado arquitecto de las estrellas, que con despachos abiertos en La Coruña, Madrid y Dubai (ojo) y que con su apretadita figura siempre entonada en terracotas y violetas nos dejó ver el otro día en TVG sus obras para los famosos: Fonsi Nieto, Raúl, Cristiano Ronaldo... etcétera, ¡qué bochorno de papanatismo!

¡Qué vergüenza y qué vergüenza para los «ilustrados» ovetenses! ¿Queda alguno visible?... porque en esta ciudad existen sociólogos, geógrafos, algún jovellanista y, sobre todo, urbanistas como Ramón Rañada que podrían bañar en orines todos estos disparates.

Quizá tantas escobas de platino se le han otorgado a esta ciudad que han barrido la escasa dignidad de los intelectuales y técnicos que nos quedaban.

Oviedo es una ciudad mudina, y este término, amigo Rañada, lo acuñaste tú en una feliz intervención en el Club de Prensa... ¿también a ti, Bruto, te afectó el barrido de platino, otrora adalid de honesta ciudadanía y regionalismo?

Y, finalmente, para terminar estas ya demasiado extensas reflexiones, tengo que recoger la última estulticia del mencionado portavoz vecinal: como demostración de limpieza especulativa se prohibiría específicamente cualquier espacio dedicado a vivienda... ¿Cabe urbanísticamente mayor aberración? Una ciudad sin vida, de vivir, urbana es una ciudad muerta... ¿más?

Y así, para despedirme, quiero parafrasear aquella secuencia final de la película de J. Semprún que, aplicándotela a ti, la pintada debería decir: «Bauluz, despierta, que éstos se han vuelto locos».

Amen.