L. M. A.

El Torollu constituye un pequeño oasis natural en un concejo muy humanizado. Una laguna -cuyo origen artificial no le resta valor-, una aliseda pantanosa -hábitat de interés comunitario, merecedor, por tanto, de atención prioritaria- y una carbayeda -o lo que hoy se conoce como tal, ya que el carbayo ha perdido su hegemonía en estos bosques, a base de intervenciones humanas- se disponen más o menos concéntricamente en un espacio tan reducido como rico en vida. El Torollu, en toda esa dimensión, es un candidato obvio a disfrutar de algún régimen de protección que preserve sus valores.

La aliseda pantanosa constituye la principal riqueza de la zona; es un tipo de bosque escaso y en el cual abundan las aves, desde la curruca capirotada, el chochín común y el petirrojo europeo, que viven en ella todo el año, hasta el jilguero lúgano invernante y la oropéndola estival. El bosque de robles, castaños y abedules que la rodea enriquece esas comunidades al añadir variedad forestal y, por tanto, de recursos. Dentro o en torno al agua destacan las poblaciones de anfibios: rana común, ranita de San Antonio, tritones palmeado y jaspeado y sapos común y partero común. Libélulas y caballitos del diablo también son comunes en la laguna.