Elena VÉLEZ

«Paez que va a llover, ye un día entre Pinto y Valdemoro». Con esta frase, Juan Abad, uno de los miles de carbayones que ayer salieron a disfrutar de la fiesta del Martes de Campo, resumía desde su toalla extendida en un prado del Campo San Francisco la sensación final de una jornada llena de bollos preñaos y vino. Los espacios verdes de la ciudad no registraron el lleno habitual del día grande de los festejos de La Balesquida pese a que la lluvia no hizo acto de presencia, aunque sí amenazó con aguar la ilusión de los ovetenses.

El Campo San Francisco y el parque de Purificación Tomás fueron los lugares preferidos este año por los ciudadanos para desplegar todo un montaje a base de pan, chorizo, vino, sidra, tortilla, empanada y postres varios con el, siempre de moda, mantel a cuadros de fondo. El pulmón de Oviedo ganó por goleada a sus verdes competidores, ya que, además del mayor número de comensales, acogió varias actividades paralelas como la ofrecida por las charangas y fanfarrias. Además de gaitas y tambores, la agrupación musical «Batucada Naranco» animó el paseo del Bombé, haciendo que cientos de personas perdieran la vergüenza y movieran las caderas. La joven Giselle Martins dejó con la boca abierta al personal cuando se arrancó a bailar a ritmo de timbal, «¿pero tú, ¿de dónde yes, neña?», le preguntó el presidente de la banda, Abraham Brincones. Al final, la chica resultó ser brasileña, pero residente en el americano Estado de Indiana, y asistía a su primer Martes de Campo como monitora de un grupo de jóvenes estadounidenses de intercambio cultural en Oviedo durante ocho semanas. Los deportes tradicionales fueron otra de las atracciones del Campo; el concurso de tiro con forcao y el de tiro a la rana consiguieron animar a más de un espontáneo, mientras que más profesional transcurrió el II Campeonato local de bolos «La Balesquida», en el que participaron las peñas Tino El Panaderu, Priañes, San Juan y Casa Santos.

En la parte alta del Campo San Francisco, los buscadores de chollos bucearon entre miles de pañuelos tipo palestino, bolsos y hasta monteras piconas personalizadas con el nombre del atrevido usuario. Una treintena de carpas copaba la calle Santa Susana y ofrecían lo último de lo último: relojes de estética retro y adornos sueltos para unas famosas pulseras de plata bajo la incorrecta pero clarificadora frase de: «Se venden piesas».

A la hora de disfrutar de las viandas en el Campo San Francisco había varias opciones: el césped, los bancos de piedra o madera, las mesas de plástico instaladas para la ocasión o el Aguaducho. Entre los que preferían el contacto directo con la naturaleza se encontraba la gijonesa Blanca Palacios, que nunca había vivido un Martes de Campo: «Me invitó mi prima Carmencita a pasar el día y la verdad es que me lo estoy pasando estupendamente, no sabía qué se hacía en Oviedo y traje una tortilla de bonito, tomate y perejil, además de los bollos».

Otra variante de menú en plena hierba era la de la pareja carbayona Covadonga Martínez y Juan Abad, a base de empanada de carne y chorizo con sidra. «Venimos al Campo por tradición y solemos pasar toda la tarde, pero este año da la sensación de que hay menos gente», comentó Martínez.

Para muchas familias, la festividad se convirtió en la ocasión perfecta para juntar a todos sus miembros, como si de una Nochebuena se tratara. Éste fue el caso del matrimonio formado por Lassane Sere, natural de Burkina Faso, y su mujer, la asturiana Verónica Moreira, que comieron el bollo junto a su hijo de 3 años, Álvaro, y los padres de ella, Fernando Moreira y Maruja Suárez. «Mi marido es ingeniero y trabaja en un proyecto de construcción de una central eléctrica de ciclo combinado en Argelia, mientras que yo soy agente de viajes, así que un día como hoy, en el que podemos estar todos juntos, es maravilloso», explicaba Verónica.

Los integrantes de la agrupación musical «Batucada Naranco» hicieron un alto en su espectáculo para reponer fuerzas y posar sus bártulos. «Tocamos instrumentos muy brasileños como xurdo, chocallo, agogo, repenique, tamborín o reco-reco», explicó Brincones, el presidente de la asociación, que lleva más de seis años actuando en carnavales y pasacalles «por amor a la música y la cultura de Brasil».

El lleno total se lo llevó la terraza del Aguaducho del Campo San Francisco, que dobló su capacidad por un día con la instalación de una carpa que vendía bollos, empanada y vino.

En otro punto de Oviedo, el parque de Purificación Tomás, los jóvenes celebraron su particular Martes de Campo como preludio de las vacaciones de verano.

Una de las estampas más curiosas de la jornada fue la que presentaba el Naranco, que registró un vacío histórico. Los hermanos Silvia y José María Alonso apenas podían creerse la soledad que les rodeaba en las cercanías de Santa María del Naranco. «Venimos a comer el bollo al lado del Prerrománico asturiano, pero es la primera vez que estamos prácticamente solos con nuestra mesa plegable», comentó la chica, que acudió acompañada de su novio, José Antonio Arconada, y de su cuñada, Laudilene Rodrigues, con todo el equipamiento necesario para el Martes de Campo: nevera de playa, bollos, tortilla, embutidos y sidra. Otra familia pasaba el día en el Naranco, eso sí, de manera justificada por su apellido: «Los Lillo». Como sacado de otra época, el numeroso grupo de padres, madres, tíos, primos y cuatro niños estaba encantado «de poder disfrutar en soledad de este lugar, y eso que pensamos que no tendríamos ni sitio para sentarnos a comer el bollo».