Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Nueve meses le ha llevado a Jorge Méndez poner a punto el órgano de la iglesia de San Isidoro el Real y el resultado de esa gestación, que ha sido trabajosa y no ha estado exenta de contratiempos, son unos sonidos, que a oídos de un profano en cuestiones musicales, resultan limpios y precisos, melodiosos. El organero, que es también organista, maneja el teclado y los pedales, con más facilidad, por lo que cuenta, de la que requirió la recuperación del instrumento. Ya finalizada la restauración, a falta de ínfimos retoques, la parroquia se plantea incorporar su música a las solemnidades y celebraciones litúrgicas e incluso organizar algún que otro concierto, quizás un modesto ciclo, para presentar su recuperada joya a la ciudad.

«Se repararon las válvulas, se arregló la mecánica, los fuelles...», repasa Méndez, que ha trabajado en el mantenimiento de órganos como el del monasterio de Valdediós y que en la actualidad se encarga del instrumento del Museo Arqueológico Nacional y que afina órganos para conciertos de la Orquesta de la Comunidad de Madrid o la Capilla Real.

No sólo ha trabajado la sonoridad del majestuoso instrumento, sino que también ha mejorado el aspecto del mueble en el que se encaja, que data del siglo XVII. Ha retirado la pintura plástica que cubría la madera y los barnices originales y las molduras de escayola que enturbiaban su diseño.

El órgano de San Isidoro llegó desde la Catedral, refiere José Luis Felgueroso, estudioso de la historia de Oviedo en general, de sus iglesias y tradiciones, y de la de la parroquia de San Isidoro en particular. En el año 1678 un organero asturiano, Alonso Menéndez Forzinas, construyó el instrumento, que luego fue donado en 1770 por el cabildo a la iglesia de San Matías, que con el tiempo cambió su nombre por el de San Isidoro.

En el siglo XIX se sustituyó la mecánica musical, pero manteniendo la caja original, «así que tenemos un órgano romántico con estética barroca». «Es, junto con el del monasterio de Corias, el único instrumento con los elementos musicales del siglo XIX que se conserva en Asturias», según el organero que lo ha restaurado.

Méndez lo encontró con el mueble hundido y con las trompetas retorcidas porque, dice, hace años unos ladrones entraron en el edificio y se encaramaron a él para alcanzar las ventanas del tejado y huir por ellas.

El organero ha rescatado los colores y el diseño original del mueble, con una decoración que recrea las vetas del mármol, y las ilustraciones de las puertas frontales, con angelotes e inscripciones en latín.

Nada de esto hubiera sido posible sin el empuje del párroco de San Isidoro, José Luis Alonso Tuñón, que, según Méndez y Felgueroso, es también un excelente intérprete. Todo el coste de la rehabilitación, difícilmente calculable, según dicen, corre a cargo de la parroquia, no ha habido aportación alguna de las administraciones ni donaciones particulares. Al escuchar las notas del órgano resonando entre las paredes de San Isidoro se diría que el esfuerzo, que no sólo ha sido económico, sino también de innumerables horas de dedicación, estudio y meticulosidad, ha merecido la pena.