L. S. NAVEROS

El Juzgado de primera instancia número 11 vivió ayer la segunda jornada del juicio entre la empresa constructora del Palacio de Congresos, Fiaga, y la contrata encargada de montar la estructura de acero del complejo, la Unión Temporal de Empresas (UTE) Buenavista, integrada por Tradehi y Augescón. Sobre la mesa, los problemas técnicos que llevaron a que uno de los elementos singulares del edificio, la visera móvil, no pueda moverse. El pleito fue planteado por la UTE Buenavista, que reclama el pago de un pagaré de 600.000 euros. Fiaga, por su parte, defiende que hubo graves errores en la ejecución de las obras por parte de la UTE, que llevaron a que la visera no se pueda mover, lo que ha generado grandes costes económicos.

Durante la jornada de ayer, declararon varios peritos, entre ellos el representante de Santiago Calatrava, que trabajó en el diseño y era el responsable de la dirección de las obras, Francisco Javier Fernández Pozuelo. Según su testimonio, los fallos que llevaron a dejar fija la visera fueron ocasionados por defectos en la ejecución de los trabajos de soldadura, encomendados a la UTE Buenavista. Fernández Pozuelo declaró, además, que esta empresa modificó el diseño inicial del arco móvil que debía servir para mover la cubierta. El despacho de Calatrava, aseguró, había planteado la construcción de una gran pieza de acero, mientras que la empresa optó por dividir la pieza en 32 tramos diferentes, que se soldaron posteriormente en la obra, a 60 metros de altura.

A juicio del representante de Calatrava, este cambio «de un arco curvado y con pocas soldaduras a un arco con 32 tramos» exigía que el trabajo de soldar las piezas requiriera un protocolo muy estricto, para evitar los problemas que finalmente surgieron. Según su declaración, cuando comenzaron los problemas pudo constatar que las soldaduras no se estaban haciendo con el rigor exigido en el proyecto.

En el juicio salió a relucir el calvario que fue para los responsables de la construcción del edificio el montaje de este arco móvil. Hasta en tres ocasiones, desde septiembre de 2010 -cuando aparecieron las primeras fisuras- se detectaron roturas en la visera, pese a los reiterados esfuerzos por reparar los daños. Las grietas, además, aparecían cada vez en sitios diferentes, primero en las piezas de acero, y después en las uniones de los tramos.

Otros peritos, testigos aportados por la empresa constructora, avalaron la tesis de que fueron los errores cometidos en el procedimiento de soldadura los que dieron lugar a que el elemento no funcione. Entre ellos, el representante de la empresa Cesol, que constató numerosos errores en el montaje del elemento. Ponerlo en uso requeriría más de 5 millones de euros de inversión.