La lírica italiana enciende pasiones
El barítono Leo Nucci y el tenor Celso Albelo llevaron hasta el delirio al público que llenó el teatro Filarmónica para el IX Concierto homenaje a Alfredo Kraus
Javier NEIRA
Hora y media de la mejor lírica italiana o al gusto italiano para homenajear, una vez más, a Alfredo Kraus. En el escenario del teatro Filarmónica de Oviedo, el barítono boloñés Leo Nucci, una verdadera leyenda, y el tenor canario Celso Albelo, en punta de las nuevas generaciones canoras. El público, también muy italianizante, lo pasó en grande y aplaudió a rabiar e incluso, literalmente, gritó de emoción.
El IX Concierto homenaje a Alfredo Kraus, organizado por la asociación lírica asturiana que lleva su nombre, se saldó con un gran éxito.
Abrió el recital y entre bastidores Leo Nucci, con «Largo al factotum», de «El barbero de Sevilla». Cantando y actuando -una semiescena que, a lo que parece, va a ponerse de moda- con gestos propios de los rasurados de Fígaro y una voz poderosa, de gran belleza y expresión de un verdadero carácter artístico. El público ovacionó como si llevase una hora transportado a las más altas cumbres sonoras. Al piano, Juan Francisco Parra, que manejó muy bien los pedales.
Terció el tenor Celso Albelo con «À mes amis», de «La hija del regimiento», de Donizetti, y unos agudos tremendos que encendieron aun más al respetable. Nucci, con «Eri tu» de «Baile de máscaras», firmó compases de dureza extrema y, después, honda ternura, siempre en territorios muy oscuros. Más ovaciones. Y Albelo cantó «Una furtiva lágrima», muy dulce, casi navideña que dio paso al número de cierre de la primera parte, también de «L'Elisir d'amore», que fue ya el delirio.
En la segunda manga del recital, aparecieron napolitanas, porteñas, ópera española y, al final, «Granada», a dúo, con un sobreagudo definitivo. Antes Nucci recordó a Kraus, con quien cantó por primera vez en 1960. Pidió una ovación para el gran tenor. Quizá lo mejor vino en las propinas. Nucci se volvió Rigoletto y cantó con rabia «cortesanos, vil raza maldita», y después, suplicante y desesperado, pidió piedad. Cierre con dos arias de «Ana Bolena», para Albelo, y de «Andrea Chénier» por Nucci, también en un nivel superior.
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