David ORIHUELA

Chao-Kai Lin tiene 28 años y es violinista. Le gusta el marisco y tomar unas cañas con los amigos. Hace unos meses estaba en su casa, en Taiwán, y encontró en internet una oferta de trabajo para formar parte de Oviedo Filarmonía. Cruzó medio mundo y desde hace dos meses forma parte de la orquesta ovetense. «Me pareció que Oviedo era un buen lugar para trabajar y tampoco está tan lejos de Taiwán, es Europa», dice. Es uno de los 25 músicos extranjeros de una formación que componen 55 profesionales. Chao-Kai Lin es el único asiático, pero comparte escenario con 13 soviéticos, dos sudamericanos y nueve músicos llegados de otros países europeos. Entre estos últimos están la portuguesa Sandrina Carrasqueira, también violinista, y el italiano Antonio Mercurio, contrabajo. Los dos llevan ya dos años en la ciudad. Más veterana en los escenarios ovetenses es la rusa Marina Gurdzhiya, que hace once años dejó Alemania, adonde había llegado desde Moscú, gracias a la amistad familiar con la orquesta de cámara de los Virtuosos de Moscú.

La ciudad les ha acogido con cariño tanto en lo personal como en lo profesional, aunque Antonio Mercurio bromea diciendo que es una ciudad «demasiado tranquila» y pide al Alcalde «que ponga figurantes algunas horas del día para crear atascos». El italiano echa de menos «el tráfico metropolitano». Sandrina Carrasqueira, al contrario que su compañero italiano, busca la tranquilidad. «Aprovecho el tiempo libre para ensayar, estudiar y disfrutar del aire libre, dar paseos en bicicleta por la senda de Fuso», explica, y apostilla: «Y la comida, también me gusta la comida». Su compañera rusa también busca aire libre, «coger el coche e ir a conocer lugares cerca de Oviedo». A Gurdzhiya lo mejor que le ha dado Asturias son dos niños. «Llegué a Oviedo buscando sol porque en Alemania encontraba que aquél no era mi sitio y la verdad es que me gustaría que hiciera mejor tiempo», dice la violinista soviética.

Todos, los cuatro, destacan la limpieza de Oviedo, y Mercurio va más allá explicando que después de viajar y vivir en muchas ciudades ha encontrado que en Oviedo «la educación se nota en la calle». «Los ovetenses son muy sociables», añade Marina Gurdzhiya.

Centrándose en la música, a estos profesionales que han pisado decenas de escenarios por todo el mundo les sorprende que la capital del Principado sea sede de dos orquestas como la suya y la OSPA. «Para una ciudad del tamaño de Oviedo no se puede hacer más de lo que se hace, está la temporada de ópera, los conciertos del Auditorio, la zarzuela...», resume el contrabajo italiano, que reconoce el esfuerzo del público en época de crisis para llenar los patios de butacas. Un público «muy respetuoso», considera Gurdzhiya, que siente que «aquí eres músico y la gente te trata con respeto, como tiene que ser».

Otra cosa que le llama la atención a Mercurio es que en Oviedo «vas por la calle y ves a muchísima gente con instrumentos». El Conservatorio y la Escuela de Música son el destino diario de cientos de chavales que estudian para quizás algún día compartir escenario con estos cuatro extranjeros que son el ejemplo de la universalidad del arte.