El que se acerca a Emilio Sagi, el gran director de escena ovetense, ahora responsable del teatro Arriaga de Bilbao, se queda con dos cosas, una de forma y otra de fondo. En lo estético no está sólo su buen gusto en el vestir, sino que su sonrisa es seña de identidad. Sagi es de reírse, y no lo oculta, es más, lo potencia y logra que su interlocutor haga lo mismo con un gran sentido del humor.

Lo otro que marca de este ovetense, que hasta ahora en Bilbao casi no ha tenido casa que pueda llamarse hogar (salvo la de la familia lógicamente y un piso en Madrid de su etapa en el teatro de la Zarzuela), es su humildad. Y es así, no es un epíteto lírico. Sagi es un hombre humilde y quizá por eso ha logrado muchas cosas. Cuando el Coro de la Zarzuela de Madrid se puso en huelga, sus componentes sólo acudían a los ensayos de Sagi, y eso no se obtiene con el ordeno y mando.

Esta semana se ha presentado una tesis doctoral sobre su figura y ha vuelto a triunfar en casa con la dirección de la gala de los Premios Líricos «Teatro Campoamor». Así que Sagi está de nuevo en Oviedo y se ha reencontrado con amigos, con esos que conserva de la Universidad, de cuando en los setenta estudió Filología Inglesa. Con ellos aún se ríe a carcajadas cuando vuelve a ver los vídeos grabados en la Santa Sebe, cuando ya cerrado el bar se disfrazaban y montaban espectáculos de playback. Hay testimonio gráfico de Sagi cantando la canción del Cola Cao y de un dueto, que los que lo han visto no olvidan jamás, cantando «Canastos» con Teresa Meana.

Educado, cariñoso, risueño, extremadamente culto, elegante, atrevido, arriesgado y servicial son algunos de los elogios que le brindan sus amigos. Es ovetense y ejerce en cuanto puede. Nunca ha dicho que no a nada. Puede estar con una gran producción en cualquier teatro del mundo pero si tiene tiempo no duda en ir a dar una charla a los chavales del Instituto de Pando o en atender a cualquier aprendiz de periodista que reclame unas palabras del maestro.

Es buena persona, de otra forma no se entiende que mantenga a los amigos de hace varias décadas pese a no poder cultivar esa amistad con tanta frecuencia como le gustaría. Pero en la memoria de alguno de ellos quedan cosas que nunca se borrarán. Algunas mujeres ovetenses se acordarán de los paseos con Sagi por la orilla del Támesis. El entonces estudiante de Musicología en la capital británica echaba una mano a sus amigas feministas asturianas cuando no era fácil echar una mano.

Los últimos meses han sido duros para Sagi, que ha perdido a su compañero de vida, Javier Escobar. En la gala del viernes el actor Luis Varela dijo algo así como que el espectáculo debe continuar aunque ya no esté la persona más importante de tu vida. El guión, escrito por Sagi, incluía ese recuerdo a Javier.

Es sólo una línea del guión, pero también una declaración de intenciones. Sagi lo ha pasado realmente mal con esta pérdida, pero ha seguido trabajando duro y bien.

Ahora vive en Bilbao y ha logrado tener un piso después de muchos años de hoteles y apartamentos. Trabaja con la misma intensidad de siempre, pero ha encontrado tiempo para estudiar algo de euskera y sumar una lengua más al inglés, italiano o francés, idiomas que domina a la perfección.

Sagi se puede inspirar con el vuelo de una mosca o con la más sesuda novela rusa, porque en su ADN están grabados la sensibilidad y el amor por el arte.