Justo cuando el Mosconia estaba a punto de desaparecer, Arturo García alzaba el cuello y se hacía más famoso que cualquiera de los jugadores del equipo de Grado. «Arturín el cura» dejaba los altares, se despedía de sus feligreses en la iglesia de La Manjoya y se lanzaba de lleno a la cancha de la política. Sabía, igual que los chicos de Pitus, el hombre que salvó al Mosconia de pasar a la historia, que no llegaría a Primera División, pero contó con el respaldo de los suyos, que lo siguieron con la fe ciega de los aficionados al deporte rey. Arturo García creó su propio partido político, PDyC (Partido Democrático y Constitucional), y se presentó a la Presidencia del Principado el 22 de mayo.

La peña El Periplo, que lleva el nombre de uno de esos bares de clientes jóvenes y música alta que tanto le gustan al ex cura de 40 años, animó las gradas del equipo moscón. Se pasó de 144 a 350 socios y esta temporada ha habido entradas de 1.000 a 1.500 personas, algo más que reseñable para un equipo de Primera regional. Algo así como los votos que logró Arturo en su primera salida al campo (1.040 sufragios, el 0,18 por ciento del electorado).

Empezaba así el ex párroco su particular periplo con un equipo motivado y un presupuesto modesto, tan sólo 3.000 euros invirtió en la campaña electoral.

No lo pasó bien. Tuvo serios problemas con la curia y el arzobispo, Jesús Sanz Montes, lo acusó de «actitudes licenciosas» y poco menos que propuso su excomunión. Arturo lo llevó con resignación cristiana, como una penitencia a una decisión firme que decidió mantener en el tiempo.

No metió el gol de su vida el 22 de mayo y se llevó más de una patada en la espinilla. Pero, como el Mosconia, que no se conforma, el cura político siguió entrenando esperando una nueva convocatoria. Llegó adelantada y con fecha de relumbrón, el 20 de noviembre. Arturo es de la primera generación que ha vivido en democracia y quiere que el pasado se asuma, no que se olvide, pero sí que se dejen esas divisiones de rojos y azules que ya no le tocó vivir.

Había que decidir si apostar a lo grande, si enfrentarse a los delanteros de los principales equipos y, como si fuese el Mirandés, tiró para delante, confió en los suyos y se presentó a las elecciones generales, aún sabiendo que las coronas de laurel serían para otros.

Todos los equipos, por definición de la competición, juegan para ganar, pero muchos son conscientes de que la suerte está echada y, aun así, disputan el encuentro y se van satisfechos a la ducha.

Arturo García, un hombre al que le gusta salir de copas, ni más ni menos que a otros políticos, y que no lo oculta, habla con pasión de su aventura política, ya puede ser mientras espera a la entrada de un juicio con su toga de abogado, bien sea en cualquier bar de moda de Oviedo.

Los equipos necesitan que la cantera vaya cuajando y la de Arturo lo ha hecho. Todos pensaron que sería un capricho pasajero buscando notoriedad, pero no es así. PDyC ya ha presentado sus credenciales para las próximas elecciones, el 25 de marzo. Es de nuevo convocatoria adelantada, pero a un hombre que quedó marcado por su paso como párroco por el Hospital Central no le asusta la premura, si hay que ponerse el traje y la corbata para volver al terreno de juego lo hace. Y encima ha dado la sorpresa. De equipo modesto de Liga local ha pasado a la regional.

Si en mayo se presentó sólo por la circunscripción central, esta vez recorrerá caleyas como los jugadores de los equipos modestos. Se pateará Asturias con la ilusión de tener dos buenos fichajes para las bandas, sus candidatos en la circunscripciones oriental y occidental. Él sigue ahí, le han pitado faltas y penaltis, pero aún no han logrado expulsarlo, aunque cambió de equipo, del clero a la política.