Existe un consenso tácito arraigado en los hábitos mentales de los grupos humanos, una conciencia que organiza a su manera la realidad. Es sabido que a nuestro cerebro llegan invertidas las imágenes que envía la retina y él se encarga de darles la vuelta; pues bien, si ponemos unas gafas aneisocónicas, que ponen patas arriba el mundo, el cerebro se confunde en primera instancia, pero enseguida la conciencia restablece la orientación, muestren lo que muestren las gafas. Pues bien, en la conciencia de Iñaki, el de Nóos, reside la desconfianza, el miedo a la ruina y acaso a la Monarquía, porque, con braguetazo y todo, con un trabajo facilón y bien pagado, por encima de sus merecimientos, se empeña en ganar dinero extra y ponerlo a buen recaudo. Dijo San Marcos el domingo en la Catedral: «Donde está tu tesoro ahí está tu corazón». El corazón de Iñaki, desde luego, no está en España.