E. VÉLEZ

Un nieto e hijo de virtuosos del flamenco subió ayer al escenario del Campoamor para enseñar por qué le llaman «Farruquito». El heredero de «Farruco», de «El Moreno» y de «Farruca» hizo temblar las tablas bajo sus pies.

Con una selección precisa de su trayectoria profesional, el bailaor mostró ocho piezas de sus mejores montajes. El comienzo del espectáculo dejó claro al público que Juan Manuel Fernández Montoya no se iba a andar con tapujos. Los «Fandangos de Su Majestad», parte fundamental de la función «Raíces flamencas», escrita por el propio «Farruquito» tras la muerte de su abuelo hace quince años, cantaban al sufrimiento, una constante en la vida del artista. Los espectadores agradecieron el gesto y se entregaron con pasión a jalear al bailaor.

El color negro, como símbolo del dolor, predominó en la escena y en el vestuario del elenco, formado por cuatro bailaores, cuatro cantaores, un violinista, un pianista, un percusionista y dos guitarristas.

La soleá «La len varó», con la que «Farruquito» homenajea a su padre, el cantaor Juan Fernández Flores, «El Moreno», arrancó los aplausos más enfervorecidos de la velada, junto a «Tiempo muerto», una seguirilla que refleja el tiempo que el artista estuvo sin bailar.

El zapateao «Lluvia de ilusión» y las sevillanas «Sonerías» cerraron el espectáculo de un bailaor que con 30 años posee una de las carreras más dilatadas del flamenco actual. «Farruquito» debutó con 4 años en la escena internacional actuando en Broadway con la función «Flamenco puro» y en la actualidad lleva su espectáculo a los principales teatros mundiales.

Sudor y pasión pusieron fin a «Baile flamenco» al grito de un público entregado: «Viva tú».