Chus NEIRA

Anda el regidor Scattini nervioso asomado al foso. Se trata de un difícil ajuste analógico. Que la cinta responda perfecta al minutaje con el que el maestro Marzio Conti ha sembrado su partitura. Que la relación orquesta-cinta betacam digital encaje con la misma perfección que las máquinas que ideó Fritz Lang en 1927 en esta distopía futurista teñida de vanguardia y romanticismo que es «Metrópolis». Tocar para una máquina, en realidad. Ahí está la dificultad de «Oviedo Filarmonía»

Conti, confiesa, también se preguntó cómo hacerlo. «Y me dije que tenía que pensar que no era una máquina, que era como tocar para una representación en la que el tiempo ya está dado, así que hay que ir con los actores, pensar que están vivos, que están actuando, aunque estén muertos desde hace tanto tiempo».

Efectivamente, ni el actor que da vida al científico Rotwang ni el que encarna a Joh Fredersen están vivos. Sus interpretaciones, no obstante, descansan inmortales en una cinta considerada por la Unesco «Memoria del mundo» y por la historia del arte como la gran obra cinematográfica del expresionismo alemán. Y cada cierto tiempo se da la posibilidad, como la que esta noche ofrecerá el teatro Campoamor, de volver a recibir el producto artístico «Metrópolis» vivo y coleando, tal como lo concibió Fritz Lang, con la partitura original de Gottfried Huppertz interpretada en directo por la orquesta. La «Oviedo Filarmonía», en este caso.

Ocasiones como ésta, la de ver la obra de arte original, no su reproducción, o lo que supone de aunar esfuerzos entre dos instituciones, justifican una y mil veces el esfuerzo realizado por la Universidad de Oviedo para poner en marcha esta función, en palabras del vicerrector Vicente Domínguez. En una pausa del ensayo realizado ayer en el Campoamor, dio otros motivos para disfrutar hoy de la cinta de Fritz Lang: «La prima de riesgo está alcanzando los quinientos, y, como decía Primo Levi, en los peores tiempos el hombre se reúne y hace teatro. Si la cultura siempre importa, en estos momentos de crisis su disfrute es esencial para huir del populismo y de corrientes totalitarias de pensamiento que precisamente aparecen en esta película. El cine permite pensar las cosas y hoy más que nunca se necesita pensar y tener conciencia de lo que es la cultura. El cine es un gran arte y éste es un regalo lujosísimo».

Con una pierna lesionada por un partido de voleibol, Conti admitió que el trabajo con «Oviedo Filarmonía» para hacer la banda sonora de «Metrópolis» ha sido «fácil en lo musical» -«es una buena partitura, pero no es Prokofiev, tampoco es Mozart»- y «complejo en la conexión con la cinta». A la partitura original, ya muy anotada para sincronizar los efectos de sonido de máquinas y silbatos, Conti ha tenido que añadir un buen puñado de anotaciones nuevas, en un trabajo que resumió como «de monje cartujo», («certino», en el italiano original del director). Todo, para que hoy la máquina musical y la fílmica vuelvan a hacer magia.