Montsalvatge compuso la «Sinfonía de réquiem» que ayer interpretó la OSPA en el Auditorio; seis movimientos, seis invocaciones, seis responsos: el «Introitus» pide al Señor que conceda descanso a los muertos y los ilumine la luz perpetua; el «Kyrie» imperativo implora piedad tres veces; el «Dies Irae», con la última trompeta, la de Van Weverwijk o la de Vicente Vallet, llama a los difuntos ante el trono donde sólo los elegidos se salvarán; el «Agnus Dei» nuevamente suplica al Cordero de Dios, Jesús sacrificado, que reconforte a esas almas; el «Lux Aeterna» insiste ante el Misericordioso, y a espaldas del ministro de Industria, con lo de la luz (claro lo vamos a tener si sube el 17 por ciento), y es «Libera me» un cántico de esperanza con final feliz porque acabamos en Félix Aramburu, en la Bodega de Santa, con un vinín y tortillina de bacalao.