Chus NEIRA

Antes de las frenéticas secuencias que enfilan los últimos minutos de «Metrópolis», la joya del expresionismo alemán rodada por Fritz Lang a finales de los años veinte del pasado siglo, un rótulo anuncia: «Furioso». En la reposición de la cinta programada por la Universidad de Oviedo ayer por la noche en el teatro Campoamor, con la música original de Gottfried Huppertz en directo a cargo de la orquesta Oviedo Filarmonía, dirigida por Marzio Conti, el público también se mostró furioso. En un sentido cultural.

Más de 1.150 personas pusieron el teatro a rebosar para disfrutar de un hecho insólito que sólo tiene un antecedente hace 17 años, cuando el ciclo «Cine cien» exhibió la película con la banda sonora original en directo, a cargo, aquella vez, de la OSPA.

Pero ayer, con la colaboración del Ayuntamiento de Oviedo, fue un lesionado Marzio Conti -precisó fisioterapeuta para el descanso- quien dirigió con mano de hierro a una muy bien ajustada Oviedo Filarmonía, que puso en su sitio todos los acentos dibujados por Huppertz para subrayar la poderosa carga visual de Lang: las incesantes rotaciones del motor, el poderoso silbido en la ciudad subterránea, los ecos exóticos del cabaret, las alarmas disparadas en medio del desastre, las evocaciones de la «Marsellesa» y ese acorde final. Gordo, redondo, rotundo.

Contemplar «Metrópolis» aquí y ahora es raro, y uno no recibe tanto la distopía futurista como el mensaje artístico original, y ya muy codificado, que ha alimentado buena parte de la cultura contemporánea. Y gusta mucho. Eso fue lo que se dibujaba en la cara de un público intergeneracional, variopinto y múltiple. Salieron felices y algo exhaustos. Un éxito.