Hace unos días repasaba con tranquilidad el bloque de fotografías de David Seymour localizadas en la famosa maleta mexicana de Robert Capa, fotos inéditas publicadas ayer en exclusiva por LA NUEVA ESPAÑA, que además de reflejar con toda la fidelidad un momento histórico trascendental para la historia de nuestro país, expresaban el sentimiento de una sociedad asturiana arcaica que fue condenada a congelarse en el tiempo durante más de cuarenta años.

Seymour decía que la cámara era la prolongación del ojo. Yo siempre interpreté esa afirmación con la idea de que la mirada del fotógrafo debe tratar de exprimir el sentimiento de lo que emana de la escena, tocando y reflejando a través del objetivo una imagen fija cargada de lo que algunos llaman «alma». Y eso que parece tan fácil a simple vista, sólo está al alcance de unos pocos.

José Vélez, además de ser uno de los más importantes fotoperiodistas de la transición en Asturias, pasó buena parte de su vida mirando a los asturianos con el objetivo de su Leica, reflejando las penurias y el hambre, la pobreza y las escasas alegrías que se daban en esta tierra de supervivientes a los que este viejo gruñón acariciaba con su cámara. «Aquello sí que era una crisis», me dijo una tarde de diciembre ojeando aquella maravilla de fotografías que traía en unos sobres descoloridos por el tiempo. El periodismo ha cambiado mucho. Los fotoperiodistas vivimos una crisis de sentimiento, olvidando a veces la necesaria reflexión sobre lo que uno está haciendo. Hacemos la foto y ya estamos abriendo el portátil para ser los primeros en colgarla en la web de nuestra edición digital. Y muchas veces esas prisas nos hacen perder la esencia.

El viejo maestro seguía mirando mientras nosotros nos peleábamos con ese ordenador que no cogía conexión 3G o se colgaba con los megas imposibles de una foto digital tirada en «raw». Vélez, a diferencia de otros históricos fotoperiodistas, fue capaz de engancharse al mundo digital con relativa facilidad, pero sin pagar tributos.

Porque don José siempre conservaba la esencia. Descanse en paz maestro. Sin duda se lo merece.