Carolina G. MENÉNDEZ

La canción «Te quiero», con la que Nino Bravo obtuvo un éxito arrollador a finales de los años sesenta, sirvió ayer para abrir la charla que bajo el título «Cómo decir que te quiero» ofreció Angélica Rodríguez en el Auditorio. Durante su intervención la psicóloga voluntaria del Teléfono de la Esperanza, entidad organizadora del acto, invitó reiteradamente a los presentes a expresar amor, «un sentimiento polivalente, paradójico, cambiante y complejo que nos hace sentir que estamos vivos».

Pero a pesar de las numerosas ventajas que ofrece esta emoción -«es el primer salvoconducto para la supervivencia, el impulsor del desarrollo del pensamiento y del lenguaje y un protector del sistema cardiovascular»-, Angélica Rodríguez señaló la existencia de barreras que interrumpen la comunicación entre las personas impidiendo o dificultando transmitir una emoción tan saludable como el amor, un sentimiento que genera bienestar, el fin último del ser humano, destacó la psicóloga. Y este estado, apuntó, se alcanza con compromiso, acción y perseverancia entre las partes. «Porque aunque el bienestar es una semilla con la que nacemos, hay que trabajarla y cuidarla. El esfuerzo merece la pena», dijo.

Ese fracaso en la comunicación se debe en mayor medida al lenguaje no verbal que al verbal. «No vale sólo con la palabra. El lenguaje del cuerpo es el 70 por ciento de la comunicación, es la manifestación más grande de los sentimientos y las emociones».

Así, para mejorar los niveles de comunicación, Angélica Rodríguez recomienda hacer uso de tres herramientas: empatía -«somos muy poco empáticos y si no conocemos ni sabemos manejar nuestras emociones, ¡cómo vamos a saber reconocer las del otro!»-, escucha activa -«hay que escuchar con todo el cuerpo y prestar atención a nivel verbal y no verbal»- y asertividad -«capacidad de expresar las emociones o hacer valer tus derechos respetando los derechos y sentimientos de los demás».

Poder transmitir las emociones (miedo, alegría, ira y tristeza) es, a juicio de la psicóloga, la vía que permite a las personas evolucionar. «No las expresamos porque no nos enseñan a ello; por lo tanto, lo que hacemos es reprimirlas». Pero además de exteriorizarlas, para regular la vida emocional, afirma Angélica Rodríguez, hay que percibirlas, comprenderlas y manejarlas, aspectos que estudia la inteligencia emocional, cuyos padres son Salovey y Mayer, dos psicólogos que al igual que los impulsores de la psicología positiva quisieron profundizar en los secretos del bienestar emocional. De esta última rama de la psicología que intenta conocer los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano a través del estudio de la felicidad, la fortaleza humana y el florecimiento personal, la colaboradora del Teléfono de la Esperanza resaltó cómo las fortalezas personales trabajan el amor, el apego y la capacidad de amar y ser amado.