Si usted es de Oviedo o venía al cine aquí durante la década de los ochenta y los noventa sabrá de qué estamos hablando. Una niña en el campo lanzaba unas flores al cielo y gritaba, con voz chillona y eco tan imposible como inconfundible: «¡Mamá, compra en electrodomésticos Manuel, que vende a precio de fábrica!».

Manuel Balseiro Fernández, que falleció en octubre del año pasado a los 84 años, habiendo logrado la proeza de ser doble campeón europeo de golf senior, handicap cuatro llegó a tener sin más conocimiento que la práctica diaria en La Barganiza, fue antes un gallego de Mondoñedo que en los años sesenta notó que la ferretería que regentaba en Villanueva de Lorenzana se le quedaba pequeña. Cogió mujer -Berta Lagarón- e hija y tras una semana de reconocimiento del terreno decidió instalarse en Oviedo. En la calle Comandante Vallespín. La cristalería que abrió duró nada, y al momento ya había cambiado al negocio de los electrodomésticos. Tres tiendas en Oviedo y una flota de coches para venta a domicilio. Luego se expandió por Bilbao, pero acabó por regresar a esta ciudad. Olvidó los coches y tanto ir y venir al País Vasco y acabó con seis tiendas de Manuel -Comandante Vallespín, Argüelles, los Alsas, Santa Susana, avenida de Galicia y la Lila- y un almacén en la carretera que iba a la cárcel.

José Antonio Zurrón, que, junto con José Luis Cano, era el delegado de Movierecord en Asturias y explotaba la publicidad en los cines de la región, más de cien en aquellos tiempos, entró en el despacho de Comandante Vallespín y ofreció a Manuel Balseiro lo habitual, un «fimlet», siete metros de película de 35 «prefabricados», que llevaban cinco metros con metraje genérico del sector correspondiente del anunciante de turno (imágenes de coches, de viajes o de muebles, según los casos) y otros dos para «customizar» con logotipos e información visual del negocio local que quería anunciarse. Manuel quiso probar algo diferente. «No, no quiero que salgan electrodomésticos, quiero que salga algo completamente diferente, algo que no tenga nada que ver con los electrodomésticos». Los delegados de Movierecord llamaron a los estudios de Madrid pidiendo metraje sobrante de lo que fuera y les ofrecieron unas imágenes de origen incierto en las que la niña de marras lanzaba las flores al aire. Zurrón, que se encargó también de la publicidad del Tartiere y de El Molinón, y Balseiro idearon el famoso audio y la campaña se convirtió al instante en un referente emocional para las muchas generaciones que en aquellos años predigitales poblaban diariamente las salas de cine de Oviedo. Porque Balseiro sólo quiso exhibirlo aquí, durante muchos años; en ninguna otra ciudad de Asturias. Cano, socio de Zurrón, pamplonica con 50 años en Asturias, adonde llegó para encargarse de Movierecord desde la «Jirafa», cuenta que entre los primeros estudios dedicados a las producciones cinematográficas en Madrid estaban las Producciones Álvarez, de Antonio Álvarez, otro ovetense que había sido niño de la guerra en Rusia, donde había estudiado cinematografía. Pero ésa ya es otra historia.