Calladamente, nuestro territorio atesora un buen ganado prestigio mundial por la calidad de sus fabricados de uso militar que fueron y aún son en su mayoría más representativos como, por ejemplo, las ametralladoras de Oviedo, los cañones de Trubia, la pólvora de Cayés, la dinamita de La Manjoya y si me apuran hasta los fósforos de San Lázaro y la pirotecnia de Gan. Eso sin contar misiles, carros de combate y lanzallamas, entre otras ardorosas producciones, mecheros aparte.

Una indudable fuente de puestos de trabajo y de riqueza desde hace más de un siglo y, en cierta medida, una garantía para nuestra legítima defensa, con permiso de General Dynamics y el patrocinio celestial de Santa Bárbara. Guerras no suelen faltar, ni cautelas ante agresiones potenciales ni, por lo tanto, clientes, aunque sean islámicos. Armas que, ya de segunda mano, pueden caer en manos de traficantes por el Tercer Mundo. Pero ésa es otra historia.

Nuestro armamento es de primera calidad y nuestras municiones de absoluta efectividad frente al enemigo, cualquiera que sea. Me pregunto cómo se calcula la productividad de estos fabricados. Es verdad que todo esto puede inducir a melancólicas reflexiones, ante las que los pacifistas, sobre todo de la izquierda, se dan por desaparecidos porque primero es vivir y después filosofar.

En esa clave pragmática, vuelve ahora la recurrente «amenaza» de trasladar la Fábrica de Armas de Oviedo a Trubia, que es casi un barrio ovetense. Tampoco es una tragedia, pues por la misma razón se podría plantear que la fusión se realizara en Oviedo. Mucho peor sería que éste fuera el primer paso para llevarla a Galicia. La cosa no está muy clara.

El anunciado cierre de hace unos años fue, al parecer, demorado por un pedido extranjero de centenares de ametralladoras. Como una buena ametralladora cuesta lo que un coche de alta gama, podría decirse que el encargo constituía una bendición del cielo, si tan pía invocación no fuera algo inadecuada en asuntos de armamento.

En cualquier caso, estamos ante unos productos de interés estratégico y seguridad nacional. Las armas son indispensables, con el debido control, y cumplen también una misión disuasoria. De otro lado, la Escuela de Aprendices de la Fábrica de Armas tuvo un enorme prestigio, y muchos de los especialistas que en ella se formaron fueron contratados después por las emergentes fábricas de automóviles. Ya que no el «ocho por ocho», ¿por qué no el «cuatro por cuatro», una nueva alternativa digna de considerar?

¿Qué va a pasar aquí? Ayuntamiento, Hacienda, las benedictinas y los militares tendrán algo que decir sobre esas doce hectáreas de La Vega que se pueden liberar en un lugar privilegiado, aunque también sujetas a una antigua cesión condicionada para hacer armas de fuego. Todo ha de tener arreglo en favor del bien común. Pero si vienen mal dadas, las quejas, al maestro armero.