Ignacio FAES

El concierto del gallego Carlos Núñez, máximo exponente de la música celta, con Oviedo Filarmonía y la Banda de Gaitas impregnó ayer de ambiente celta el Auditorio Príncipe Felipe. No se supo muy bien si Carlos Núñez acompañaba a Oviedo Filarmonía o si, por el contrario, era la orquesta sinfónica la que servía al gaitero. Lejos de las primeras impresiones, la gaita casa perfectamente con la agrupación ovetense y el recital acabó con propinas y público en pie.

Durante el recital, no hubo ningún rastro de las piezas clásicas de la orquesta sinfónica. El protagonismo de Núñez y su virtuosismo con los instrumentos de viento celtas dotaron a la actuación de un aspecto más informal y desenfadado de lo habitual.

Pese a que el concierto sonaba a música tradicional asturiana, Núñez se encargó de recordar que la música celta es un sonido vanguardista en muchos lugares. «El estilo está llegando a sitios inimaginables y se está convirtiendo en algo universal», señaló el músico antes de interpretar una obra compuesta para un proyecto japonés.

Al final de la primera parte salieron a escena los miembros de la Banda de Gaitas «Ciudad de Oviedo», un aperitivo de lo que vendría después. El público, que en la primera parte guardó un respetuoso silencio, se fue soltando.

Las piezas, muy breves y ágiles, dotaron al recital de un ritmo y un dinamismo muy potentes. Núñez hacía pequeñas reseñas entre canción y canción para situar al público en el contexto de la obra que iban a escuchar. El músico gallego explicó que la música celta es muy antigua y se distanció de la desviación, más moderna, del folk americano, «que está más orientada a cantautores contemporáneos como Bob Dylan», indicó el gaitero y flautista.

El final, inesperado al comienzo del recital, fue digno de una estrella de rock. Los músicos tuvieron que interpretar cinco bises ante la insistencia del público, que no se resignaba a abandonar el auditorio. Marzio Conti, director de Oviedo Filarmonía, tuvo mucho trabajo en los últimos compases del recital. Se vio en la tesitura de dirigir, a la vez, su orquesta, la banda de gaitas y las palmas del público, como si se tratase de la interpretación de la «Marcha Radetzky» en el clásico concierto de Año Nuevo en Viena; pero en esta ocasión, lo que el público cantaba era el himno de Asturias, con el que se cerró el recital.

Carlos Núñez deja buenas vibraciones en su paso por Asturias. Sin duda, la mejor forma para cerrar el festival de música de verano «Oviedo es música», que durante estos dos meses contó con dos actuaciones semanales.