Ángel FIDALGO

Un buen tándem. Siempre lo fueron, y además, criticados, porque optaron por navegar contra la corriente. El arzobispo emérito de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, y el fundador de la Cruz de los Ángeles, el padre Ángel, se reencontraron ayer.

Y los dos lo hicieron en la Casa Sacerdotal, donde recordaron los viejos tiempos, algunos muy problemáticos, por ir en contra del orden establecido; otros, duros en extremo por las miserias que había en la época que les tocó vivir.

En términos coloquiales los dos supieron «combayar» con los políticos de turno durante la última parte del franquismo y los primeros años de la democracia, pero guardando siempre las distancias. También fueron, en más de una ocasión, una china muy molesta en el zapato para el orden establecido.

Todo esto lo recordaron ayer con amor y con humor, mientras el padre Ángel mostraba a don Gabino una placa que hoy será colocada en la residencia de ancianos que Mensajeros de la Paz inaugurará en Villaviciosa, en su recuerdo.

¿Por qué? Porque una semilla que entonces sembró sin saberlo el Arzobispo en un cura de La Rebollada (Mieres), joven e idealista, le llegó a lo más profundo de su corazón y marcó su ministerio. Ya jamás habría termino medio. El padre Ángel había elegido vivir con los que todo lo habían perdido.

Al final del encuentro llegaron las sorpresas en forma de regalos de ida y vuelta. Los pobres son cada vez más y hay que rentabilizar los donativos, resumió con ironía el padre Ángel. Don Gabino no sólo bendijo la idea, sino que la compartió. ¿De qué hablaban? El pectoral y el anillo con el que fue investido arzobispo lo donó a la Cruz de los Ángeles, y el padre Ángel lo subastó, con la suerte de que el adjudicatario se lo devolvió. La llama ya estaba encendida. Don Gabino también recibió ayer un solideo que Juan Pablo II había dado al padre Ángel, que quiso que fuera el arzobispo emérito fuera su depositario.