Javier NEIRA

Alexander Vasiliev explicó ayer cómo se toca a Glazunov: de ruso a ruso. El concertino -primer violín- de la OSPA ofreció ayer con su orquesta una versión impecable del concierto del gran compositor de San Petersburgo. Quizá sea necesario haber nacido a orillas del Neva para interpretar a Glazunov, como indicó Vasiliev a LA NUEVA ESPAÑA en vísperas del concierto; en todo caso, para disfrutarlo sólo hay que tener el corazón en su sitio.

La noche musical, en el auditorio Príncipe Felipe, se abrió con «The gale of life» -el vendaval de la vida-, de Philip Sawyers, escrita en 2006 y estrenada ayer en España. Es la segunda ocasión en que la OSPA estrena a nivel nacional una pieza de Sawyers.

El maestro David Lockington pisó el pedal del sonido y la obra arrancó con un volumen extremo, que se repitió, entre pasajes intermedios, en varias ocasiones. Una pieza aparentemente sencilla que gustó mucho al público.

Y salió Alexander Vasiliev. Hay que oírlo. El concierto tiene mucho del romanticismo estándar y al tiempo es muy distinto. Vasiliev logró de su instrumento unas sonoridades amplias, profundas y hermosas. Los registros graves impresionaron. Mostró gran virtuosismo en la cadencia. Gran ovación. El violinista salió a saludar tres veces. Una aficionada salió de las butacas del público y le entregó un ramo de flores.

En la segunda parte, la sinfonía Italiana de Mendelssohn, que merece figurar al menos entre las pares de Beethoven. Lockington caminó por el filo del romanticismo integrado, lejos de períodos anteriores y sin las extremosidades que vendrían después. El precioso tema inicial ganó al respetable, que ya no soltó una presa de tan buen gusto lo que se tradujo en una ovación de dos minutos y 27 segundos.