En la lejana edad de la inocencia -suponemos que eran inocentes, aunque todas las pruebas apuntan a que eran igual que nosotros- los filósofos teorizaban sobre la importancia de encontrar ese punto que hace avanzar a las sociedades por encima de los intereses particulares, para no acabar tirándonos de los pelos. Teorizaban sobre el «bien común», y a alcanzar ese «bien común» debían dirigirse todos los esfuerzos de los poderes públicos. Ahora intuimos que la cosa está en gestionar «el mal común». Así son nuestros gestores y así los venimos tragando, al menos hasta ahora.

Los gestores del mal común deberían estar sujetos a extrema vigilancia, porque cuando eso no ocurre, pasa lo que todos sabemos que pasa. No se les puede dejar solos. El PSOE de Areces, en un Gobierno apuntalado por IU, tiene sobre sus espaldas el «sindiós» del Niemeyer, que negaron durante años mirando tozudamente para otro lado. ¿Eran fatos o listos? ¿Eran fatos los que se deslumbraban por cómo se codeaba Natalio Grueso con gentes de habla inglesa, los que veían como un milagro que materializara en las calles de Avilés a ángeles de otro planeta como Brad Pitt, porque tenía mucha «agenda»? ¿Y listos los que se aprovechaban de ese deslumbramiento tan español por todo lo de fuera?

No es territorio exclusivo del PSOE el desbarajuste, el caos y el morro. El PP tiene en la Comunidad Valenciana una especie de récord Guinness de la tomadura de pelo al bien público, y sin ir más lejos, a mediados de la última década del siglo pasado las facturas de comidas del equipo de Gabino de Lorenzo exhumadas por Rivi dieron la vuelta al ruedo.

Oviedo, gestionada por un PP en minoría, lleva sin embargo estos meses más o menos tranquila. Están los cuatro partidos políticos entregados a la tarea de montar una Fundación Municipal de Cultura, y se vigilan los unos a los otros. Un esfuerzo denodado de negociaciones, intrigas, tensiones y reuniones para darle una forma jurídica más compleja a lo que ahora hace la concejalía de Cultura. Los tres partidos de la oposición, Foro, PSOE e IU, abrazaron la idea de resucitar la extinta Fundación inspirados por asociaciones como SOS Cultura, ansiosas de participar en la vida cultural de la ciudad, que consideraban en estado de coma. Demasiada zarzuela, se quejaban, un exceso de conciertos y de ópera.

En el trayecto, Gabino de Lorenzo perdió primero la mayoría absoluta, luego dejó la Alcaldía. Foro Asturias se distanció de los planteamientos de SOS Cultura y se acercó a los del PP, que tiene tantas ganas de poner en marcha la Fundación como de tirarse al Nora. A la fuerza ahorcan, y la pone, negociando con unos y con otros la manera de hacerlo para que le incordie lo menos posible. Promete la Fundación tener consejo rector, comisión delegada, consejo asesor, gerente. Sin dietas, menos mal.

Y entre tanto, también, y por esas conexiones que a veces ofrece la realidad, en Oviedo han coincidido muchos hiperactivos de la vida cultural, que organizan todo tipo de actos. La Universidad se pone culturalmente las pilas, colabora con el Ayuntamiento, programa cine independiente. Todos los fines de semana hay música en directo en muchos bares de Oviedo, cuyos dueños se afilan las neuronas para capear la crisis. Hay más teatro, más cuentacuentos, se mantiene pese a los recortes una programación de música clásica de lujo, desde los poderes públicos pero también, más modestamente, desde la sociedad civil. No sé si más burocracia va a servir para airear el ambiente cultural de la capital o para envenenarlo. A ver cómo terminan de poner la cosa en marcha, y si realmente el esfuerzo sirve para algo.