Ha coordinado la edición en español de «Historia comparada de las mujeres», que publica Trabe

Chus NEIRA

Carmen Suárez (Gijón, 1953) es secretaria del Grupo Deméter-Asociación asturiana de historia de las mujeres, versión no académica del grupo de investigación de la Universidad de Oviedo. Hace un año, en un viaje a Aix-en-Provence, entró en contacto con la historiadora Anne Cova y su libro «Historia comparada de las mujeres», donde había reunido a cuatro investigadoras norteamericanas para realizar una historiografía sobre los estudios históricos comparados de género. Cova quería editarlo en español y Carmen Suárez ayudó a hacerlo realidad, gracias también a la Asociación Feminista de Asturias (AFA) y su colección en Trabe y al Instituto Asturiano de la Mujer.

-¿Cuál es el objetivo de este volumen?

-Puesto que la historia de las mujeres ya lleva años investigándose, ahora se trata de cómo actualizar distintos aspectos de esa historia en versión comparada para ver si se obtienen algunas claves. El análisis comparado nos da informaciones que pueden ser relevantes. El impulso a la historia de las mujeres parte de los años sesenta, cuando se hace ver que la historia no ha sido justa con las mujeres. Eso obliga a revisar y reescribir, pero una vez hecho esto hay que realizar estos otros análisis transversales.

-¿Y a qué claves se llega?

-Por ejemplo, puedes analizar el movimiento feminista en España y ver cómo llegó tarde, cómo por la dictadura se tuvieron que hacer muchas cosas en muy poco tiempo, mientras que en Francia se hizo lo mismo con más calma. Con las maternidades, por ejemplo, Ann Taylor, una de las autoras del libro, llama la atención de las diferencias lingüísticas, cómo en alemán y en inglés utilizan dos palabras distintas, maternity y motherhood, para hablar de la maternidad, que en otras lenguas, como el francés y el español, sólo tiene un único término. Estas cuestiones lingüísticas son muy importantes para hacer historia comparada.

-Explíqueme la estructura del libro.

-Es un libro historiográfico, es decir, trata de mostrar cómo se hace historia comparada y señala las dificultades, que son muchas, porque hay que trabajar con fuentes primarias y dominar los idiomas. Anne Cova seleccionó a cuatro grandes historiadoras, Bonnie Anderson, Ann Taylor, Susan Pedersen y Karen Offen, y cada una realiza su análisis. El libro funciona como herramienta de trabajo.

-¿Qué es lo más llamativo de sus lecciones?

-Anderson y Offen analizan los movimientos feministas, buscan las conexiones, las redes que se establecieron entre las feministas en una época difícil para viajar y relacionarse como es el siglo XIX. Y prueban que ya en esa época había un movimiento internacional, de conexión entre feministas, y no sólo del mundo anglosajón. Las sufragistas, por ejemplo, hicieron del derecho al voto un movimiento internacional. Las mujeres, en esos años, apoyaban mutuamente sus luchas y, además, se incrustaban en otros movimientos sociales, en los antiesclavistas, en los obreros. Es fascinante ver cómo en esos años, sin internet y con tantas limitaciones, eran capaces de tejer esas redes.

-¿Se ve eso también en la historia nacional?

-En menor medida, pero es cierto que a la luz de las mujeres españolas del XIX que la historia de mujeres está descubriendo se ve que no había mujeres solas, que estaban incrustadas en otras luchas y conectadas entre sí.

-¿La historia comparada de mujeres deja, entonces, de ser sólo de mujeres?

-La historia de mujeres no es un fin en sí mismo, porque persigue el fin último de hacer una historia más equitativa con los protagonistas de ambos sexos. Por eso primero hay que poner el foco en otro sitio para descubrir a las mujeres protagonistas de los hechos. Y luego, una vez descubierto a esas mujeres, volver a reescribir la historia de forma más justa. Si vas a hablar de movimientos obreros, por ejemplo, ¿acaso no había obreras destacadas en su lucha? Sí, las había. Se trata de eso.