Hace unos veinticinco años tuve el honor de representar a la ciudadanía de Oviedo en el Ayuntamiento, y desde entonces vengo interesándome por las noticias municipales, especialmente las relacionadas con el área de Seguridad Ciudadana, que en el año 1987 me tocó constituir y desarrollar; contando con la colaboración de Agustín de Luis, que era el jefe de la Policía Local.

Constituida la Corporación, Antonio Masip, como alcalde, procedió al reparto de concejalías con sus correspondientes áreas de trabajo, a mí me asignó Policía Local, Bomberos, Protección Civil y la Técnica de Tráfico, con el fin de responder a un reto organizativo más racional y eficaz de estos servicios, pues en el mandato anterior tres concejales se ocupaban de ellas. Yo acepté encantado, alguien me dijo: te da un caramelo envenenado, además te las verás con un «nazi», un «facha» que proviene de la brigada político social. Era Agustín de Luis, a quien yo no conocía personalmente. El Alcalde y yo quedamos al día siguiente para ir a ver las dependencias y hacer mi presentación como concejal delegado y teniente de alcalde. Fue allí donde conocí y saludé a Agustín por primera vez.

La Policía Local ocupaba un edificio viejo y destartalado en la calle Quintana que comparado con otras instalaciones municipales era el más indigno. Agustín me presentó al subinspector y a los oficiales y me mostró una por una todas las dependencias y los medios de los que disponía. En la primera planta tenía su despacho, y enfrente había una sala grande habilitada como lugar de descanso y cantina improvisada, la única decoración que tenía eran unos cuadros con escenas taurinas. Decidí que trasformasen aquella sala en un despacho, eso sí, lo más sobrio posible para no desentonar con aquel caserón al que los policías locales llamaban «cuartel». Personalmente cuidé los detalles que me parecían más importantes, en la pared detrás de mi mesa mandé poner el escudo constitucional de España y a derecha e izquierda la bandera municipal y la de Asturias.

Sobre Agustín de Luis, sin yo pedirlas, me informaban o daban sus opiniones compañeros del PSOE a todos los niveles, militantes de sectores de izquierda y algunos de los llamados «progres» de nuestra ciudad. Todos coincidían en que políticamente era impresentable tenerlo como jefe de la Policía Local, y además hasta me aconsejaban que hablase con los sindicatos de la propia Policía. Mi interés se centraba en saber qué opinaban de su capacidad profesional, si era o no trabajador, si estaría dispuesto a la colabora-ción y al trabajo en equipo, además, esperaba que su objetivo fundamental sería proteger los derechos constitucionales de los ciudadanos y modernizar el servicio. Las respuestas eran siempre sectarias, prepotentes o simplistas. Todo lo que yo detestaba a lo largo de mi acción en la política .

Con cautela me fui informando de la trayectoria de la persona con la que tendría que compartir mi trabajo y las estrategias y objetivos plasmados en nuestro programa electoral, de esta manera me fui formando mi propia opinión. Agustín accede al cargo por concurso-oposición, siendo alcalde Luis Riera. Tenía capacidad de organización y tomaba iniciativas para mejorar el servicio. Tenía carácter fuerte y ante fallos de algunos policías reaccionaba enérgicamente. Nunca negó que en el antiguo Cuerpo Superior de Policía estuvo destinado en la político social.

Pasado algún tiempo, mis informantes y opinantes seguían con la misma cantinela, hasta llegaron a decirme que comenzaba a tener «el síndrome de Estocolmo» : «Tenéis que poner a alguien por encima de él y que tenga el consenso de los sindicatos», yo, sin perder la paciencia, contestaba: «Hombre, eso, además de ser más caro, es de dudosa legalidad, y eso de los sindicatos, ¿dónde se va a decidir, en una asamblea?». Hablando con un pequeño grupo, uno de ellos, alto dirigente del PSOE que quería arrasar con los que a su juicio no eran demócratas, tuve que recordar cómo Barrionuevo tuvo que nombrar al director general de la Policía en Madrid, y de qué forma lo hizo en la persona del comisario Garrido: era destacado policía de la político social destinado en Asturias en los años 70, quien se infiltró en la UGT de Ensidesa (para lo que figuraba como trabajador en esa plantilla), lo enviaron a Toulouse a un cursillo y casi lo hacen secretario general. Seguidamente detuvieron a Marcelo, Vicentín, Emilio Barbón y creo que a Cordero, todos ellos de la dirección clandestina de UGT y del PSOE, que acabaron en la cárcel de El Coto.

Así que Álvaro Cuesta, que era diputado, fue a protestar por el nombramiento de Garrido, y Barrionuevo le contestó: de los tres propuestos, dos son de Fuerza Nueva, así que Garrido es mi única opción. La transición y el consenso constitucional creaban estas situaciones que algunos ni comprendían ni aceptaban.

Agustín y yo comenzamos nuestra relación personal con respeto y educación, y hasta mi dimisión como consecuencia de mi cargo de secretario de organización de la FSA, siempre nos tratamos de usted. Trabajamos duro y nos fuimos entendiendo y comprendiendo. Me convenció su lealtad y su capacidad de trabajo y hasta me contó aspectos de su vida familiar en su pueblo de Mogarraz, su paso por el Seminario, su esfuerzo personal y afán de superación hasta que ingresó en la Policía. Fue destinado a Oviedo y aquí cursó la carrera de Derecho. Nunca hablamos de política, y nunca lo vi dar opiniones en ese sentido. Sí decía que él no era dictador ni absolutista, pero sí un servidor de la institución municipal.

Hace días mi amigo José Luis de Ávila en su sección «Sin gaita ni tambor» decía: «De Luis no ha dejado indiferente a nadie». En mi caso lo suscribo. Aprovecho para aclarar en la alusión que se me hace respecto a que se entendió muy bien conmigo, hasta el punto que el concejal accedió a que el Ayuntamiento adquiriese un Renault R-21 camuflado para uso del jefe de la Policía Local, que era la primera vez que ocurría. Lo primero es cierto, lo segundo pone en duda la legalidad administrativa municipal en la compra de vehículos, que se tiene que ajustar a lo que recoge el presupuesto. El coche camuflado ya existía cuando yo accedí a la concejalía, era un coche más modesto, un R-11, creo recordar que verde oscuro, con la debida autorización para utilizarlo en servicios policiales, y cuando estaba libre, yo mismo lo solicitaba para desplazamientos por asuntos oficiales.

Uno de mis fracasos como concejal de Seguridad Ciudadana y Tráfico fue no conseguir un cuartel funcional y moderno para la Policía Local de Oviedo (tendría mucho que contar), lo que sí diré es que Agustín conocía el que se construyó en Valladolid con esas características, y fuimos a visitarlo utilizando su coche particular en el desplazamiento.

Conservo algunos apuntes de mi paso por el Ayuntamiento, donde además fui portavoz del Grupo Socialista, lo que me dio la oportunidad de tener una visión de conjunto, repasándolos, viéndolos en la perspectiva de tantos años, los avances han sido espectaculares, no creo en el adanismo, pero en aquel tiempo se sentaron las bases para el desarrollo y modernización de este Oviedo que hoy disfrutamos.

A Agustín de Luis, después de treinta años de servicio, creo que es justo que se le reconozca su trabajo tenaz por mejorar la seguridad ciudadana y el tráfico, donde consiguió notables éxitos en su ordenación. Cuando se haga balance de su trabajo y de su gestión lo positivo siempre quedara por encima de otras consideraciones. Con todo respeto, aunque a mí me parecieran paternalistas algunas de sus actuaciones, siempre quiso lo mejor para toda la plantilla de la Policía Local de Oviedo, en medios materiales y exigencia personal, por eso a mí no me ha dejado indiferente.