Chus NEIRA

La cuestión era España, la nación española, convertida en asunto de debate en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA por la fundación Denaes (Defensa de la Nación Española). Y los participantes eran el diputado regional de UPyD, Ignacio Prendes, la diputada nacional del PP Ángeles Fernández-Ahuja, y el filósofo Gustavo Bueno. El pensador, como era de esperar y ya había pronosticado Prendes, fue quien acaparó, de alguna forma, más atención, y centró la cuestión al margen del enfrentamiento partidista que los políticos escenificaron. Su conclusión fue una refutación de la creencia de que la nación española nace en las Cortes de Cádiz. «La nación española», afirmó Bueno, «es muy anterior a la Constitución de Cádiz, por eso cuando los constituyentes de 1978 dicen nación son expresión de otras realidades que ellos no controlan».

Bueno daría alguna pista de este rastro de nación, por ejemplo, en pasajes del «Quijote», pero también arrancaría su exposición rechazando de partida la división de la mesa entre «políticos-juristas» y «filósofos». «Filósofos somos todos, la filosofía no dice nada, porque hay muchas, no es como la termodinámica». De los «políticos-juristas» acabaría diciendo que son víctimas de determinado «gramaticalismo».

Antes de toda su exposición y de la de los representantes del PP y UPyD, en los prolegómenos del debate, Covadonga Coya, delegada de la Fundación Denaes en Asturias, explicó que al encuentro celebrado ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA habían sido invitados también el PSOE e IU, pero que finalmente no habían asistido. Del PSOE se acudió a Fernando Lastra, que declinó por motivos de agenda, y en la FSA comunicaron, finalmente, que «aunque no había ningún motivo especial, no les venía bien», citó Coya. De IU explicó que en los primeros contactos telefónicos le dijeron que el nombre de la Fundación «recordaba al yugo y las flechas» y que, finalmente, tras otras gestiones, habían manifestado «que no les venía bien».

Así las cosas, sólo Ignacio Prendes y Ángeles Fernández-Ahuja acudieron a hablar sobre España al lado de Bueno. En sus primeras intervenciones la diputada del PP aseguró que su partido defiende que «España es una realidad», y repasó los artículos más importantes de la Constitución española (España como «nación», patria común e indivisible, autonomía de las nacionalidades, principio de solidaridad) y el desarrollo posterior autonómico, para concluir que en España hay «un modelo intermedio entre el federal y el central con el que el PP está conforme». Aprovechó para atacar al PSOE y afear las palabras de Javier Fernández -«no se puede hablar de modelo de Estado ni cómodo ni confortable»- y de Rubalcaba -«la Constitución no necesita un "lifting"»-. Y finalizó pidiendo que se reforme no el modelo de Estado, sino su gestión.

Prendes, que se presentó como «un simple aficionado a la política», aseguró que el gran problema es que «no está definido el modelo territorial». Por eso luego, en las conclusiones, reclamó un gran pacto político que lo defina, ante el importante «momento fundacional» que se vive en este momento ante los peligros, dijo, del secesionismo. Eso ya fue al final, y a preguntas de Bueno, que le inquiría si estaba pidiendo una nueva Constitución, Prendes respondía que sí. Fernández-Ahuja, por su parte, en esta segunda vuelta, ya metidos en harina y en diálogo con el filósofo, defendió la Constitución española como la norma que ha garantizado «el Estado de derecho» y «ha permitido por primera vez una convivencia pacífica». Bueno oponía, en este caso, entre risas, los asesinatos de ETA para rechazar el argumento de la diputada.

También hubo algo de tensión política, pues Prendes se empeñó en exigir que se eliminen los privilegios fiscales forales previstos en la Constitución y afeó al PP su «juego» con los nacionalismos. Llegó a lamentar «que no existan partidos nacionales en España», y pidió una reforma urgente del Senado. «Si no, podéis cerrarlo». Su comentario irritó al senador Isidro Fernández Rozada, presente entre el público, que reclamó a Prendes «un poco de prudencia» y le reprochó que mantuviera «unos análisis faltos de rigor que por el puesto que tienes no debes mantener».

Lo de Gustavo Bueno discurrió, como no podía ser de otra forma, por otros derroteros. En primer lugar, analizó qué había detrás de la inclusión de las nacionalidades en el artículo segundo. Según Bueno, se debe a la defensa de una idea de Estado federal por parte del PSOE y de la democracia cristiana, que venía de la «intervención muy activa de Estados Unidos» y ante la que no opuso resistencia Adolfo Suárez, «de formación muy escasa, como se sabe».

También matizó el concepto de «solidaridad», procedente de la Revolución Francesa, cuando sustituye a fraternidad, «una metáfora mecánica, relacionada con la soldadura, que se sacó del derecho romano y que contiene ese componente, el de la solidaridad frente a terceros, como la solidaridad de los cuarenta ladrones». La solidaridad es, pues, para Bueno, «un cuento», salvo la de «la lucha de todos contra todos» en el contexto de los nacionalismos en España.

También cargó contra algunos conceptos de la Constitución, «nación de naciones», «patriotismo constitucional» o «sujeto de soberanía», cuestiones todas para Bueno «burocráticas, fórmulas gramaticales vacías de gente que no sabían, y que cuando los llaman ahora padres de la patria me entra la risa».

Y ahí fue cuando negó que la idea de nación nazca en las Cortes de Cádiz por la diferencia entre «nación» y «pueblo». «El pueblo es una cosa intuitiva, lo que rodea a un individuo, y cuando un individuo se ve rodeado se cree el pueblo, por eso lo de pueblo es puro espejismo, es una bazofia». Lo de pasar «de súbditos a ciudadanos, el paso del Antiguo Régimen de las Cortes de Cádiz» también es «pura palabrería». La nación española, concluyó, es un «concepto vivo», que ya aparecía en el «Quijote». Por eso, aclaró «coincido con Jovellanos y Argüelles, España no necesitaba Constitución, porque ya la tenía a través de toda su legislación, desde el Fuero Juzgo».