Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Cruz López Viso ha dedicado su tesis doctoral y un libro al arquitecto mexicano Luis Barragán, y ayer, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, analizó dos de sus obras más representativas: el Bebedero de Atizapán de Zaragoza y su casa estudio en la colonia de Tacubaya en Ciudad de México, ambas en su país. «Luis Barragán: naturaleza y abstracción. El agua, la luz, el árbol, el muro», es el título de la conferencia que la artista, doctorada en Arquitectura por la Escuela Superior de Madrid, presentó, en colaboración con la asociación cultural Tribuna Ciudadana, y en la que, entre otras cosas, sostuvo que la arquitectura de Barragán «es capaz de crear el sosiego».

El acto fue presentado por el presidente de Tribuna Ciudadana, Alfonso Toribio. José Valdeón, que forma parte de la directiva de la asociación, dio paso a Cruz López Viso, pero antes puso de relieve «la huella importante que Barragán dejó en el paisajismo de la segunda mitad del siglo XX», así como su «trabajo en conexión con el entorno».

López Viso tomó como punto de partida «tres conceptos esenciales para comprender la obra de Barragán, que son naturaleza, límite y paisaje». «La naturaleza en la obra de Barragán no es un telón de fondo de la arquitectura sino objeto activo del proyecto», explicó, y añadió que, en su caso, «la naturaleza se activa porque el arquitecto la tiene en cuenta».

En cuanto a la cuestión de los límites en la obra de Barragán, Cruz López Viso habló de «límite asociado a la movilidad» y de una «zona en la que se produce un cambio». «Los lugares intermedios son esenciales en la arquitectura», advirtió. Y terminó esta parte de su discurso con el paisaje: «El límite convierte la naturaleza en paisaje. Sin observador no hay paisaje, no hay paisaje sin mirada».

Citando un paisaje de Heiddeger sobre cómo el hombre establece un diálogo con la naturaleza para aprovechar sus recursos llegó a la conclusión de que «Barragán es un interlocutor de la naturaleza».

Una vez sentadas las bases de su exposición sobre el arquitecto mexicano, Cruz López Viso continuó analizando con detenimiento el Bebedero y la casa estudio del arquitecto en Tacubaya. Del primero habló como de un paseo pensado para recorrer a caballo, del que en 2007, cuando ella lo visitó, sólo quedaba una ruina, «y de la idea inicial sólo ligeros trazos». Se detuvo en el uso que Barragán hizo de elementos como los árboles o el agua, «un elemento tectónico» en su arquitectura y que entiende a partir del concepto de los árabes. De hecho, contó, cuando tenía 30 años Luis Barragán realizó un viaje por Europa y visitó la Alhambra, que le impactó de un modo que es evidente en obras como la Casa de la Luna, en Guadalajara.

López Viso dio algunas pinceladas sobre la vida y la figura del artista. Señaló que no era arquitecto sino ingeniero hidráulico y que vivió su primera infancia en la hacienda de Corrales. La relación entre la tierra y el agua que conoció en las haciendas de sus primeros años también queda plasmada en algunas de sus edificaciones.

Otro de los elementos característicos de su obra, según López Viso, es el color, más exactamente, puntualizó, el color luz.

La conferenciante presentó algunos ejemplos de ese concepto, en las estancias de la casa del artista en la colonia de Tacubaya, donde «luz y color interactúan continuamente» y crean atmósferas.

La casa de Tacubaya, explicó Cruz López Viso, fue proyectada por el artista cuando contaba 45 años, «en la plenitud de su vida», que fue larga. Luis Barragán vivió y trabajó en ella más de cuarenta años. Cuando emprendió el proyecto Barragán había decidido «dejar de trabajar para otros» y lo consiguió, dado que en todas las obras que acometió a partir de entonces contó con «absoluta libertad y pocos límites».

La casa de Barragán está en el centro de Ciudad de México y, a pesar de ello, según lópez Viso, «la arquitectura de Barragán es capaz de crear serenidad», de modo que, «desde la calma, la percepción se activa para sentir los movimientos más sutiles de la naturaleza».