Los autores del estudio dedicaron varios meses al reconocimiento pormenorizado de medio centenar de monumentos emblemáticos, como la Catedral, la fuente del Fontán o el edificio histórico de la Universidad. Tras comprobar las características de la piedra y consultar abundante documentación sobre las edificaciones conservada en diversos archivos, realizaron la comparativa con las rocas que se encuentran en el propio sustrato de la capital y sus alrededores, cerciorándose de que las diferentes piezas procedían de ellos. «Numerosas construcciones cuentan con materiales que poseen procedencia diversa, debido a motivos variados como la dilación en las obras, avatares contractuales o los criterios de calidad exigidos a la piedra», explica Pando, docente que dedicó su tesis doctoral al subsuelo urbano ovetense.

La investigación continúa en la línea del libro «Geología de Oviedo», publicado hace años por el profesor Gutiérrez Claverol junto a Miguel Torres Alonso, y conecta la Geología con la Historia del Arte. «En realidad, muchas de nuestras conclusiones serán de gran utilidad para los especialistas que estudian las joyas arquitectónicas locales», sostiene Luque. «Aunque por motivos económicos y de transporte es lógico que las canteras se encuentren situadas en el entorno urbano, no todas las ciudades monumentales pueden decir que se levantaron con su propia piedra», añade el especialista. «En Oviedo la caliza era de buena calidad para la construcción y se encuentra en abundancia en el entorno de la ciudad, de ahí que existieran tantos lugares de extracción, lo que facilitó la expansión arquitectónica», remata. Y especifica que cada una de esas zonas cuenta con diferentes frentes de explotación, en algunos casos aún reconocibles.

«En algunos lugares, como la actual plaza de la Catedral, existieron auténticos talleres durante décadas, dirigidos por los maestros que estaban al frente de este tipo de trabajos», comenta el profesor. El templo, por su tamaño y por su importancia, es el que presentó mayores complicaciones para los geólogos a la hora de llevar a cabo su estudio. «Sus sillares proceden de varios de los puntos de extracción que hemos localizado. Además, se emplearon diferentes tipos de piedra. El exterior se corresponde con la típica caliza amarillenta, mientras que en el interior prevalece una con una tonalidad mucho más blanquecina, más bonita desde un punto de vista estético, pero que resiste peor las condiciones meteorológicas», asegura el profesor.

En este sentido, Luque considera fundamental distinguir entre el «Oviedo amarillo» y el «Oviedo gris», encarnado por los edificios propios del ensanche de finales del siglo XIX y principios del XX (muchos de ellos en la calle Uría), para los que se empleó una piedra más oscura. «Desde este punto de vista, podemos hacer una división de la historia local muy interesante. Durante siglos, desde la Alta Edad Media, se empleó un tipo de caliza que ofrece la tonalidad tostada o dorada, típica de un primer período. Hace algo más de cien años se impuso la otra, sobre todo, para bloques administrativos y de viviendas», resalta.

El estudio deja claro que el material más empleado en Oviedo tiene sus raíces en el Cretácico Superior y que la caliza pardo-amarillenta fue la materia prima estrella durante mucho tiempo. También es significativo el análisis que los expertos realizan sobre el período de extracción de la piedra natural en las cinco grandes canteras analizadas, que abarca desde el Prerrománico hasta el Neoclasicismo y que tiene en el Gótico y el Barroco los momentos de mayor apogeo, debido a los numerosos palacios que se levantaron en el casco antiguo. Laspra fue donde primero se documentó el beneficio y también donde antes cesó la actividad, durante un período que abarca desde el siglo XIII hasta el XVIII. En Piedramuelle hubo actividad al menos entre los siglos XIV y XIX; en Lavapiés, entre el XV y el XX; en La Granda, entre el XVI y el XIX; y en San Lázaro, tan sólo durante unos 200 años, entre el XVII y el XIX. La llegada de piedras foráneas y el ladrillo acabaron, hace unas décadas, definitivamente con la actividad en estas amplias áreas, que son la cuna pétrea de Oviedo.

La construcción de buena parte de los edificios del casco antiguo ovetense se hizo gracias a pequeñas canteras urbanas ubicadas en el entramado callejero. Los tres geólogos que han realizado el estudio sobre los yacimientos de la ciudad han inventariado una treintena de estas explotaciones. «En muchos casos, las viviendas se levantaban junto a una de ellas porque así se ahorraba en transporte», sostienen los especialistas. Además, muchos nuevos inmuebles aprovechaban las calizas de otros que se derruían.