«Oviedo es "La Regenta" y el sonido del agua de las fuentes». Tomás Moreno, invidente de 50 años, visita la ciudad junto a un grupo de amigos con algún tipo de discapacidad sensorial. Pertenecen a la asociación madrileña «Igualar» y viajan por el Principado durante las vacaciones de Semana Santa en compañía de ocho monitores que marcan el paso. Ayer tocó recorrer por primera vez la capital asturiana. En concreto, el casco histórico y sus estatuas. Su álbum de vacaciones se compone de texturas, sonidos, sabores y olores. Por eso, el grupo formado por medio centenar de personas se detuvo en cada escultura durante más de un cuarto de hora dispuesto a tocar hasta el último de sus detalles. Mientras unos hacían turnos para no amontonarse, otros registraban el sonido ambiente en sus grabadoras caseras. Las campanas de un reloj daban las doce, la Banda de Gaitas «Trasgu» tocaba en la plaza y una Ana Ozores de bronce soportaba impertérrita el manoseo.

La Regenta, la Mujer Sentada, Las Vendedoras del Fontán, el Vendedor de Pescado y los Asturcones de la Escandalera fueron algunos de los objetivos del grupo. «Es mucho más fácil hacerse una idea de las cosas cuando son tridimensionales» explicó Moreno con las manos en la masa. «Vaya, creo que esto es el busto. Se ve que es una mujer muy guapa», añadió junto a la estatua de la Regenta.

Los monitores de «Igualar» poseen una amplia formación en Medicina y Psicología para atender las necesidades del grupo. En algunos casos, el vínculo entre el coordinador y el invidente va más allá, como le pasa a Tomás Moreno con su hijo, Mario, secretario de la asociación. A juicio de este joven, el ocio debe ser apto para todos los públicos, e inclusivo; es decir, contar con discapacitados y «gente normal» por igual. «Programamos la actividades en función de nuestros deseos y de nuestras limitaciones. No podemos tocar todo lo que querríamos en un museo, porque está prohibido; pero sí en la calle», comentó en la plaza de Trascorrales, camino del Ayuntamiento.

Los solemnes pasos de los cofrades que participaron en la procesión de Jesús Resucitado llamaron poderosamente la atención de los invidentes, que de inmediato sacaron las grabadoras del bolsillo para captar los matices de la Semana Santa ovetense. «Suelo grabar una o dos horas de sonidos que me gustan y, al llegar a casa, los edito en el ordenador para guardarlos de recuerdo. Cuando quiera enseñarle a alguien cómo es Oviedo le pondré los chorros de agua y las gaitas, les va a encantar», dijo Moreno padre con el magnetófono en la mano.

El resto de turistas y carbayones que ayer abarrotaron el centro no salían de su asombro al ver en acción al peculiar grupo de visitantes, que se tomó su tiempo ante las estatuas. Adolfo Díaz, de 47 años y con una ceguera total fruto de un accidente, estuvo cerca de veinte minutos palpando la paisana, la burra, los cestos, el paraguas y las lecheras del conjunto escultórico del artista Manuel Linares en la plaza de Trascorrales. «Me gusta mucho porque es un tema muy asturiano y hay mucha superficie que conocer al tacto», comentó.

La asociación «Igualar» contrató los servicios de un guía turístico para establecer un orden de visitas. «Solemos contar con un profesional de la localidad a la que vamos, le contamos nuestras particularidades y diseña la ruta que mejor se adapta a lo que pedimos», explicó el presidente de la asociación, Mario Moreno. Así, la «Maternidad» de Fernando Botero se quedó fuera del recorrido sensorial de los invidentes. Demasiado alta como para que pudiesen palparla.

Matrimonios, mujeres, hombres y algún adolescente de la asociación, con sede en Pozuelo de Alarcón, conocieron Oviedo a través de las manos. «Varios asociados han venido acompañados de sus perros guía porque no van sin ellos a ningún lugar y se sienten más seguros. En ocasiones, el animal tira de ellos porque algo le llama poderosamente la atención y juntos descubren su lugar de vacaciones», añadió el coordinador de la actividad.

Un paseo por el Campo San Francisco y un rápido recorrido por el interior de la Catedral completaron la jornada. Después, volvieron al autobús para seguir viaje. Los invidentes se llevaron en la mochila una imagen nítida de Oviedo a base de gaitas, castañuelas, turistas, fuentes, pasos de Semana Santa, bronce esculpido, olor a incienso y un regusto a sidra.