Chelista principal de «Oviedo Filarmonía», hará un máster de dos años en Viena

Javier NEIRA

Gabriel Ureña -avilesino, 23 años-, violonchelo principal de la orquesta «Oviedo Filarmonía», se va dos años a Viena para realizar un máster de alta especialización.

-¿De Oviedo a Viena?

-Sí, he sido admitido en el Conservatorio de la Universidad de Viena para realizar un máster de dos años con la chelista Natalia Gutman. Empiezo en septiembre.

-¿Y la orquesta?

-Cogeré una excedencia en la orquesta. Voy a hacer dos años de un máster de perfeccionamiento. Soy el único alumno español de Natalia Gutman. Tiene cinco o seis alumnos solamente. Va una semana al mes para dar las clases. Es rusa, vive en Moscú y en Viena. Fue alumna de Rostropovich.

-Así que usted va a ser nieto de Rostropovich.

-Nieto musical. Alexander Osokin, mi profesor, fue compañero de Natalia Gutman en Moscú.

-¿Qué coste tiene el máster?

-El estudio está subvencionado por el Ayuntamiento de Viena. Cuesta 19.000 euros al año, pero sólo pagaré una pequeña parte. Tengo que costearme la estancia, claro, pero Viena es la capital mundial de la música.

-¿Cómo empezó?

-Estudié en Avilés con Alexander Osokin, que vivió en la misma casa que Rostropovich. Y estudié también con Maite Andérez. Fueron claves, porque se volcaron mucho mucho en mí. Osokin ha sido para mí una referencia no sólo musical, ya que me enseñó cómo estar en un escenario y cómo presentarme ante el público. Estudié en el Conservatorio de Avilés y después en Oviedo.

-¿Está de moda el chelo?

-De alguna manera, está de moda. Las últimas generaciones han hecho escuela. Ya Pablo Casals, el mejor chelista de la historia, lanzó el instrumento a escala mundial. Hace apenas unos años lo que más abundaba eran violinistas y pianistas. Ahora hay gente buena en todos los instrumentos, y en el chelo de forma especial. Se nota en el cine y se ve en los alumnos.

-¿Por qué?

-Es como la voz de un hombre. Coge todos los registros. Puede sonar grave y casi llega a las notas de un violín. Es en buena medida como la voz humana.

-En «Oviedo Filarmonía»...

-Soy chelista principal. Saqué la plaza con 19 años. Es una institución muy importante para mí. Una ciudad relativamente pequeña como Oviedo, además de la OSPA, tiene esta orquesta, de gran calidad, con músicos muy buenos y que son amigos. Me han ayudado mucho. Los apoyos son importantes, porque en las últimas cuatro semanas he cogido doce aviones para tocar en Berlín, en Florencia, dar clases, informarme..., el maestro Marzio Conti, nuestro director, tiene muchas ideas y muy cercanas a la gente. Un director de orquesta es una persona normal, por eso debe ser cercano. Está haciendo una buena labor. En fin, estoy en Avilés y me salen de pronto varias cosas y lleno un año en nada.

-¿Cómo enlazó con la orquesta?

-La primera vez que escuché a «Oviedo Filarmonía» fue hace seis años. Iba a tocar con la orquesta precisamente Natalia Gutman, pero se puso mala y no pudo. Dirigía entonces Friedrich Haider.

-¿Hay que saber moverse para hacer carrera musical?

-Aun tocando bien y teniendo un nivel alto, cada vez es más difícil despuntar en el mundo de la música, porque hay mucha competitividad. Y además hay que tener suerte, aunque yo creo sobre todo en el trabajo; pero es preciso estar en el momento indicado con la persona indicada. Algunos músicos excelentes nunca han llegado a brillar porque quizá les faltó ese instante de suerte.

-Este mes va a tocar en Oviedo en un dúo.

-El día 26 de abril, en la Sociedad Filarmónica de Oviedo. Toco la sonata «Arpeggione», de Schubert, con la pianista Silvia Carrera, que es profesora en Santander. También tocaremos la quinta sonata de Beethoven. La compuso un poco después de la «Novena» y se nota el punto propio de ese momento. Acaba con una fuga, es una música muy compleja y nada efectista. Y en la segunda parte, la sonata de Shostakovich. En el verano daré otro concierto en Oviedo, con dos suites de Bach y Cassadó, y después, un concierto en la Fundación Botín, en Santander.

-Oviedo, como Viena.

-Tenemos mucha suerte. Oviedo es una ciudad de referencia, por aquí pasan todos los grandes intérpretes. He tenido la suerte de compartir conciertos con los grandes de la música actual como Arcadi Volodos, en diciembre. Tocamos el «Concierto número 2» de Brahms, que tiene un solo de chelo, en el tercer movimiento, de siete minutos. Y con Gruberova, en los Campos Elíseos de París, y con Leo Nucci y Ruggero Raimondi, en los premios del Campoamor.

-¿Qué instrumento toca?

-El chelo es un Paul Bailly. Francés, de 1903. Es bastante caro, aunque no sea italiano. Es de los «top» franceses. Está muy bien conservado, fue de los últimos que hizo. Tiene un sonido potente y a la vez dulce, que es lo que los caracteriza.

-Y con él por todo el mundo.

-Nos quedamos sin Ryan Air en Asturias. Tengo que pagar dos billetes y busco lo más barato. Vía Madrid y Barcelona, normalmente. Te preguntan en los aeropuertos, no saben cómo hacer con el chelo. Cada vez hay más. Pasan el control de rayos X quitando unos paneles. Es curioso, no dejan subir a bordo una tijera de uñas, pero sí la pica, afilada, de 50 centímetros.

-¿En su familia hay tradición musical?

-Mi abuelo Justo Ureña, cronista oficial de la villa de Avilés, fallecido hace dos años, era un gran melómano. Mi tío César es músico, un buen guitarrista, profesor en el Conservatorio de Madrid. Mi hermano Juan es viola en la Orquesta de Leipzig. Mi hermana estudió violín en Oviedo, con Alexei Mijlin, un grandísimo violinista, padre de nuestro concertino, ganó el concurso «Reina Elizabeth» en 1964. Es compañero de infancia de Natalia Gutman. Es importante considerar la importancia de Alexei, al que siempre le pido consejo musical. Vivió la época de oro de Rusia. Siempre se aprende de él.

-¿Y de quién más?

-De todo el mundo se aprende, también de los que tienen menos nivel. Me influyó mi familia, todos tan aficionados a la ópera, empezando por mi abuelo. Eso es muy importante.