Pablo GONZÁLEZ

«El Palacio de los Deportes era una de sus obras que más le entusiasmaba. Pero ponía toda su pasión en cualquier cosa que hacía. Era un arista». Ésta es una de las reflexiones que ayer realizó María Victoria Sánchez del Río, sobrina del ingeniero Ildefonso Sánchez del Río (Haro, 1898-Madrid, 1986), durante la inauguración de una exposición en Trascorrales que repasa el trayectoria de su tío, vinculado a Oviedo como ingeniero municipal entre 1924 y 1941. La muestra, titulada «Ildefonso Sánchez del Río. El ingenio de un legado», podrá visitarse hasta el próximo día 27.

Oviedo fue el lugar donde Sánchez del Río desarrolló algunos de sus mejores trabajos. El Palacio de los Deportes es el más claro ejemplo de su obra. Pero no el único. Ahí está la estructura volante de la plaza del Paraguas o el IV Depósito de aguas de Oviedo. Sin olvidar otros muy destacados como el mercado de Pola de Siero. Precisamente durante la construcción de su cúpula, prácticamente sin columnas que lo sustentaran, Sánchez del Río demostró hasta dónde creía en su trabajo. «La gente no lo veía seguro así que llenó el techo con kilos y kilos de sacos de arena y se subió con el resto de los ingenieros para demostrar que aguantaría», relataba Jaime Álvarez-Buylla, presidente de la Sociedad Filarmónica Ovetense. Curiosamente el ingeniero participó en el proyecto de reconstrucción del teatro Filarmónica tras las Guerra Civil (también trabajó en el Campoamor y en el Jovellanos de Gijón). Álvarez-Buylla aún recuerda cómo la cúpula del teatro dejó impresionados a los miembros de la Orquesta Sinfónica de Berlín. «Su director nos dijo: "Cuídenla, tiene un valor acústico extraordinario". Era un genio. El mejor ingeniero de su siglo», rememoró.

Algo en lo que coincide con el análisis de Pepa Cassinello, comisaria de la exposición. «La muestra es un homenaje merecido a uno de los ingenieros más importantes de España», explicó. Cassinello señaló cómo Sánchez del Río -perteneciente a la denominada Generación del 27 junto a José Entrecanales, Eduardo Torroja y Carlos Fernández Casado, formados en la Escuela de Ingenieros de Madrid con Eugenio Ribera- fue todo un pionero que se lanzó «a usar el hormigón cuando no había ni leyes ni normativa sobre su utilización».

Algo que vivió en directo Florencio Muñiz Uribe, arquitecto municipal de Oviedo durante 35 años, entre mediados de las década de los 50 y la de los 90 del siglo pasado. «Era un hombre muy preparado, pero sobre todo muy listo. Con una fórmula matemática elemental y mucho sentido común hacía maravillas. Sabía muy bien cómo funcionaban los materiales». Uribe, que trabajó junto a Sánchez del Río en la construcción del Palacio de los Deportes, lo tiene claro: «Tenía un gran sentido arquitectónico a pesar de su formación como ingeniero de caminos». Por eso Uribe no duda en destacar que para él uno de los trabajos de Sánchez del Río más arquitectónicos «es el depósito de agua de Oviedo. Y la prueba es que lo bombardearon durante la guerra y tras hacerle un par de arreglos siguió funcionando perfectamente». En el cajón de los proyectos inacabados quedó una cúpula para cubrir el Santiago Bernabeu. «Nadie se la encargó, pero él trabajaba en lo que le gustaba. No era un esclavo del dinero», sentencian sus familiares. Otra cualidad de un ingeniero con alma de artista.