Elena FERNÁNDEZ-PELLO

El público salió más sonriente de lo que había entrado de la gala de entrega de los VII Premios Líricos «Teatro Campoamor» y ésa es la razón última de la música. Una de las frases que Calixto Bieito, el director del espectáculo, reprodujo sobre el escenario fue, precisamente, una cita de Beethoven: «Hacer felices a otros hombres, no hay nada mejor ni más bello». Ayer lo demostraron Bieito con su ingenio, Sondra Radvanovsky con su voz y el maestro Alberto Zedda con su batuta y su vitalidad. Ellos fueron los grandes triunfadores de la velada, los que recibieron mayores ovaciones y protagonizaron los momentos más hilarantes.

Durante la ceremonia, que duró apenas hora y media, Bieito fue hilando música y palabras. Por supuesto en las canciones interpretadas por los artistas, pero también en los diálogos de los dos presentadores, la actriz Rossy de Palma y el contratenor Xavier Sabata. En sus bocas puso pensamientos de Stockhausen, Schopenhauer, Falla, Schumann, Rossini, Strauss, Shostakovich, Busoni, Caballé y algunos otros más. En la pantalla que subía y bajaba para presentar a los galardonados también se proyectaron frases de músicos ilustres. El espectáculo, con momentos cómicos y absurdos de los que se encargó la pareja de presentadores, se construyó a partir de uno de esos pensamientos: «La ópera, arte del futuro», de Wagner.

Hubo momentos que pasarán a la historia de los premios, como la irrupción en escena de Alberto Zedda, que recibió el reconocimiento a toda una carrera, sobre un carro mecánico empujado por Rossy de Palma o los gestos de Radvanovsky, lágrimas y risas, pidiendo al público que cesara en sus aplausos. Por haber, hubo hasta escanciado de sidra en escena.