Asturias es una de las comunidades con más casos de ictus. El neurólogo Sergio Calleja explica que hay estudios poblacionales que registran una media de ciento setenta casos de ictus nuevos al año por cada cien mil habitantes y cuenta que cada año en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), en el que él ejerce, atienden entre ochocientos y mil casos nuevos. La razón de esa elevada incidencia no es otra, añade, que el elevado envejecimiento de la población.

Calleja ofreció ayer una conferencia sobre el ictus, dentro del ciclo divulgativo sobre neurociencia «Descubriendo el cerebro. Logros y retos de la neurociencia», que organiza el Aula de Pensamiento Científico de la Universidad de Oviedo, y lanzó un mensaje optimista sobre la enfermedad. «Estos son unos años luminosos para los enfermos de ictus porque desde 1995 han aparecido tratamientos con efectos milagrosos». Pero todo es ciencia y se trata de fármacos, explica, que permiten «abrir» las arterias y que se aplican con una inyección o con catéteres -trombectomía mecánica- con los que los neurorradiólogos acceden directamente al coágulo y lo extraen. Requieren un rigor y unos controles que sólo se pueden ofrecer en «unidades del ictus» de las que, hoy por hoy, sólo disponen en Asturias los hospitales de Cabueñes, en Gijón, y el Central, en Oviedo.

Esos tratamientos, para ser eficaces, deben administrarse en un período no superior a cuatro horas y media desde que se desencadena el accidente cerebrovascular. Es lo que se denomina «el período de ventana terapéutica». Esa restricción de tiempo ha impuesto algunas adaptaciones, explica Sergio Calleja. «El servicio de emergencias hospitalarias tuvo que construir el "código ictus": máxima prioridad cuando hay un aviso por síntomas de ictus, como en el infarto de miocardio y los politraumatismos».

El ictus es, señala, «una alteración de la circulación cerebral que produce pérdida de flujo sanguíneo en el cerebro». Dependiendo de la zona afectada y de su extensión, los síntomas y las secuelas serán unos u otros, desde problemas para vocalizar hasta la inmovilidad de una parte del cuerpo o deficiencias en la visión. «El ictus puede dar pie a cualquier disfunción cerebral, depende a qué arteria afecte», indica. En tiempos pasados la recuperación era difícil pero en la actualidad los avances en el diagnóstico y en los tratamientos permiten hablar de recuperación total en un tercio de los pacientes, según el neurólogo del HUCA. Incluso cuando no se consigue despejar las arterias, por cuestión de tiempo o porque el tratamiento no logra ese efecto, los pacientes mejoran. «Todos lo hacen con los programas de rehabilitación y logopedia», asegura, en una u otra medida.

«El mayor factor de riesgo es la hipertensión arterial», indica, y la receta para combatirla pasa por dieta y ejercicio y, a nivel preventivo, son decisivos, resalta, los controles que realizan los médicos de Primaria para detectar y tratar a los enfermos con tensión alta.

La investigación avanza ahora por nuevos caminos. Cómo proteger al cerebro para conseguir más tiempo para intervenir, por ejemplo. Es la neuroprotección, que permitiría «que el cerebro del paciente aguante más». Y parece que se va a conseguir, según Sergio Calleja, con el «enfriamiento del cerebro». «Cuando la temperatura baja de 34 grados, el tejido cerebral no se degrada a la misma velocidad», señala. Los anticoagulantes para evitar la repetición del ictus, algo que le sucede al veinte por ciento de las personas que lo sufren por primera vez, son otro de los campos en los que se aplican los investigadores.