El Campoamor se prepara, hoy a las ocho de la tarde y mañana, sábado, para una auténtica explosión de energía. La suma de fuerzas del maestro italiano Marzio Conti al frente de «Oviedo Filarmonía» y de la «Fura dels Baus» y su desaforada propuesta escenográfica y dramática prometen convertir el teatro de Oviedo en un enorme acelerador de partículas artísticas en la puesta en escena de las famosas cantatas de Carl Orff «Carmina Burana». El italiano ya lo dijo ayer durante la rueda de prensa previa a los ensayos: «La "Fura" mueve una ciudad, empuja la energía de una ciudad al interior de un teatro, los jóvenes y los que no lo son tanto agradecen este movimiento de energía».

Conti se refería también a que todo el papel está ya vendido para hoy y mañana, un éxito de taquilla en el arranque del Festival de verano de Oviedo ante el que tanto su director artístico, Cosme Marina, como el alcalde, Agustín Iglesias Caunedo, no pudieron dejar de mostrar su alegría.

Caunedo, especialmente eufórico ante las expectativas de las dos funciones de los «Carmina Burana», sacó pecho y recalcó su apuesta por la programación cultural: «Siempre digo que las políticas tienen que verse reflejadas en el presupuesto. En 2013 aumentó lo que destinamos a cultura y en 2014 volverá a hacerlo. La cultura es una prioridad».

Cosme Marina valoró que este montaje «marca un punto de inflexión» y sirve para «renovar lazos con la "Fura"» después de una ausencia prolongada de años de la compañía en la ciudad. El director de «Oviedo Filarmonía» habló de energía, y la responsable de la «Fura dels Baus» para las funciones de Oviedo, la también italiana Zamira Pasceri, llevó a la práctica esa fuerza que mueve a la «Fura» zanjando la presentación para volver a los ensayos.

Más claves había aportado el director del «Orfeón Pamplonés», Igor Ijurra, al leer en latín el título original de la cantata que Carl Orff compuso entre 1935 y 1936, «canciones seculares para cantantes y coros para ser cantadas con instrumentos e imágenes mágicas». La «Fura», concluyó Ijurra, cumple fielmente con el enunciado.

Como se pudo ver en el ensayo general de ayer, la propuesta escénica de la «Fura» encierra la magia de la música de Carl Orff y de los poemas sobre placeres carnales escritos en los siglos XII y XIII, en ilusión óptica disparada en directo a través de un proyector de visuales que se convierte casi en un instrumento más del montaje con su propia partitura.

Todo ese juego de imágenes, el trabajo escénico de los coros y el esforzado y casi arriesgado trabajo de los cuatro cantantes (la soprano asturiana Beatriz Díaz, Luca Espinosa, Thomas Bauer y Xavier Sabata), convierten la hora escasa de representación en una explosión de sensaciones.

Hay, a lo largo de esos más de cincuenta minutos, agua y vino, fuego y hielo, flores y océanos. Nadie sale herido y el público tampoco corre serios peligros, pero habrá sorpresas y momentos especialmente impactantes para casi los cinco sentidos, y artes escénicas tradicionales relacionadas también con el ilusionismo.

El códice original de poemas hallado en Baviera en 1803 y conservado en la actualidad en la Biblioteca de Múnich insiste en los placeres carnales, en la sátira, en las críticas al clero. Carl Orff empleó 24 poemas, desde el inicial y último «O Fortuna», el pasaje más reconocido y más versioneado de esta cantata, en el que se maldice la incertidumbre y mutabilidad del destino.

Sobre esos textos que hablan de celebrar la vida, la naturaleza, el sexo y el vino, la «Fura dels Baus» traza cierta narrativa, una suerte de opereta, en la que los placeres carnales no siempre resultan liberadores y donde también hay un hueco a guiños relacionados con las nuevas tecnologías y los mundos de las apariencias, de las realidades virtuales.

El ensayo de ayer dejó ya al primer público -donde tampoco faltó de nuevo el Alcalde- con los ojos abiertos y ganas de volver a experimentar todas las sensaciones que la combinación de talento y energía artística allí concentrados logra transmitir a los espectadores. En el escenario, después de la propina, el acelerador de partículas artísticas todavía seguía funcionando, inagotable e incansable. «Vamos a seguir ajustando algunas cosas con el coro, si quieren nos pueden acompañar, no nos importa». Y Marzio Conti volvió a darse la vuelta y siguió trabajando.