El martes se anunciaba un concierto «fresco, de verano, sin intención intelectualoide» y fue el clima, que no entiende de procesos racionales, el que aportó algo más que frescura. El medio: el claustro del antiguo Monasterio de San Vicente, pensado para la reflexión, el recogimiento y el estudio dialogado, cerrado al mundo y abierto al cielo a través de su patio, que se convierte en una improvisada sala de conciertos, incomparable marco que ha de solicitar permiso a la climatología y a los habitantes aéreos para facilitar la concentración acústica. El protagonista: el profesor, compositor y pianista Luis Vázquez del Fresno.

Abrió el concierto el «Impromptum» op.90 nº 3 en Solb M de F. Schubert, obra en la que Vázquez del Fresno buscó el protagonismo de la expresividad melódica de Schubert, equilibrando el continuo flujo de las tríadas arpegiadas del acompañamiento y enfatizando así, por contraste, el lirismo de la línea melódica.

Continuó el recital con dos obras del propio intérprete, «Encants de la terreta» op. 15 y «Audiogramas II» op. 6, compuestas en 1979 y 1971 respectivamente. Alejadas de conceptos experimentalistas, que caracterizan otras obras del autor, en ellas se puede rastrear toda una paleta de recursos compositivos y de sonoridades evocadoras. Sin ninguna «militancia» estética, elige con libertad aquellos elementos del lenguaje musical que mejor respondan a la idea de la que parte su composición. En las obras interpretadas, se intuyen acordes al estilo de Debussy, un tratamiento de la melodía diáfana en la simetría que recuerda a Satie, el uso sin complejos de «clusters» al modo de H. Cowell o B. Bartók, secciones atonales que son reconducidas hábilmente hacia ámbitos donde la modalidad se impone y un uso percutivo de las posibilidades del piano.

La «Fantasía en Fa m» op. 49 de F. Chopin y tres piezas de la «Suite española» de I. Albéniz, «Asturias», «Sevilla» y «Castilla», cerraron un concierto en el que coincidieron el intérprete, el compositor y el docente (todas las obras interpretadas forman parte de la «Programación didáctica de Piano» del Conservatorio de Oviedo), a través de una personalidad que aúna dos escuelas pianísticas: la gijonesa, representada por Enrique Truan, y la de Oviedo, en torno al Conservatorio y que, a través de la profesora Purita de la Riva y de lazos familiares, hunde sus raíces en el piano de Saturnino del Fresno y Baldomero Fernández.

Dejando a un lado la limitación del contacto visual del claustro, que hace necesaria la amplificación del sonido para facilitar su recorrido conventual, el éxito de los conciertos está asegurado por la calidad de los artistas invitados, el respeto de un público de carácter familiar y el compromiso del Ayuntamiento por mantener la gratuidad de las actuaciones.