Gerardo Iglesias (La Cerezal, Mieres, 1945) lleva veinte años apartado de la primera línea política, durante los que ha mantenido silencio sobre su abrupta salida de IU, formación de la que es fundador. Lo rompió para hacer política de otra manera, dice, defendiendo a quienes combatieron contra el franquismo. Primero fue su libro «¿Por qué estorba la memoria?», sobre la guerrilla y la represión franquista en Asturias, y ahora la exposición «Guerrilleros antifranquistas», con noventa fotografías de otros tantos guerrilleros y sus historias. Esta tarde se inaugurará en la plaza de Trascorrales.

-Le pidió un museo sobre la guerrilla antifranquista a Francisco Álvarez-Cascos.

La idea la lancé cuando presenté el libro, para avanzar en el reconocimiento a los que lucharon por la democracia y fueron drásticamente olvidados. Le mandé una carta al presidente, que entonces era Cascos, y no tuve contestación. Yo confío en que algún día se haga.

-Ahora el Ayuntamiento de Oviedo, gobernado por el PP, expone sus fotos.

Los ofrecimientos me llegaron de mi amigo «Triqui» (Emilio Huerta, concejal de IU) y a él no puedo decirle que no. Cuando se lo plantearon al Alcalde, lo apoyó y estará presente en el acto.

-¿Una derecha abierta?

No lo parece en vista de las fotos que circulan por ahí de jóvenes de Nuevas Generaciones haciendo el saludo fascista. Más razón para valorar el gesto del alcalde de Oviedo. El PP sostiene que no hay que hurgar en el pasado, es una amenaza y un insulto a las víctimas que piden justicia a gritos desde las cunetas. El derecho internacional exige verdad, justicia y reparación.

-¿Y las consecuencias?

Impidió hacer una democratización a fondo de los aparatos del Estado, y en ello está la raíz de la corrupción y la crisis del sistema. Todo el entramado económico y financiero gestado a la sombra del dictador se trasladó al sistema constitucional. Sobre ese suelo contaminado por el lastre del franquismo se levantó el edificio de la Transición. La delegada del Gobierno en Cataluña homenajeó a la División Azul en un acto de la Guardia Civil; si algo así ocurriera en Europa se montaría un escándalo monumental. Cuando se lo recriminaron contestó que también se hicieron homenajes a republicanos, o sea, que coloca en un mismo plano a quienes en España lucharon en favor de un Gobierno legítimo nacido de las urnas y a los ejércitos nazis. Eso pasa aquí porque los crímenes del franquismo han quedado impunes.

-¿Qué salida propone a la crisis institucional y la corrupción?

Hay que abrir un proceso constituyente, una segunda Transición.

-¿El sistema político actual está agotado?

Totalmente. Ya no se respetan ni las formas, el actual Gobierno tiene mayoría absoluta y está gobernando básicamente por decreto, con el mayor desprecio al Parlamento. La democracia representativa tenía sentido cuando no había medios para hacerla más participativa, a estas alturas del siglo XXI, cuando la inmensa mayoría de los ciudadanos tiene un ordenador y está conectada a internet, no hay por qué firmar un cheque en blanco de cuatro años a los políticos.

-¿La sociedad admite niveles de corrupción cada vez mayores?

A Alfonso Guerra cuando le estaban preguntando por los primeros escándalos de corrupción del PSOE en el Parlamento él dice: «Aquí tengo importantes dossieres...», amenazando, como diciéndoles: «Y tú más». Es lo que vemos cada día.

-¿Faltan políticos con altura de miras?

Y con decencia. No digo que todos sean indecentes ni todos los partidos iguales. La sociedad ha cambiado mucho y los grandes partidos se han convertido en pura maquinaria electoral. Es urgentísimo cambiar el sistema electoral, pero si lo hacen se les descoyunta el tinglado, y ése es el miedo.

-En las encuestas aen el PP, el PSOE e IU sale reforzada.

Es que yo no creo que IU sea lo mismo que el PSOE, es una organización política que no está salpicada por la corrupción, nunca lo estuvo. Eso la diferencia.

-Le contestarán que porque no ha ejercido el poder.

Otros sin tener responsabilidades de Gobierno trincaron lo que pudieron. Yo aseguro que no trinqué nada. Los políticos tienen que estar al lado de los movimientos ciudadanos. Echo en falta eso.

-¿También en IU?

¡Hombre! Yo no quiero hablar mucho de mi pasado, pero cuando IU nace no tiene nada que ver con lo que termina siendo, y eso que ya se preveía que iba a pasar esto, que los partidos tradicionales iban a entrar en crisis.

-¿Qué opina de la ley de Memoria Histórica?

Es un apaño que no está sirviendo para nada, porque para lo poco que servía, para contribuir a la localización y exhumación de los enterramientos, el Gobierno del PP no pone ni un duro. Sigue sin condenar el golpe militar del 18 de julio, una vergüenza, y yo me pregunto si tendrá algo que ver que el jefe del Estado haya jurado ante las Cortes franquistas.

-La Monarquía se presentó como un elemento estabilizador, pero veo que usted no tiene la misma opinión.

La Transición se hizo como se pudo, se pactó con un sector del Ejército apuntándonos. Se aceptó por responsabilidad y haciendo muchas concesiones, entre ellas aceptar un jefe del Estado que había designado Franco.

-¿Entonces?

El mayor prestigio que acumula Juan Carlos es en virtud de un relato que no sé si se corresponde con la realidad: el del 23 de febrero. Muchos lo ponen en duda, yo he leído supuestas declaraciones del propio Sabino Fernández Campo sobre cómo fue aquella noche y uno tiene elementos para creer que si no estuvo involucrado por lo menos se dejó querer por los militares.

-UCD fue un partido instrumental, cumplió su función y desapareció.

Tengo la impresión de que era gente, como Adolfo Suárez, que aún proviniendo en su mayoría del viejo régimen se creyó lo de la democracia. A mí no se me olvida la actitud de la UCD el 23-F. Tenían la sede por donde está ahora la FSA y cuando pasé por allí, aquella noche, varios me ofrecieron sus domicilios para esconderme, tuvieron un comportamiento ejemplar. Recuerdo también que aquella noche al pasar por Foncalada vi a un grupo de personas en un balcón con banderas nazis. El sentimiento fue: «Es terrible, otra vez vuelta a empezar».