La nota reivindicativa la pusieron, minutos antes del desfile y ante el palco de autoridades, los padres de Las Campas, afectados por el recorte de transporte instituto de La Ería. Las protestas cesaron con el inicio del pasacalles.

Desde Posada de Llanera, la Banda de Gaitas «La Madreña» abrió paso al primero de los «haiga» de la tarde, con sus elegantes e inmaculados indianos a bordo. Mateín este año no tenía plaza en el ostentoso coche y viajó en la carroza infantil «Esencia oriental». Detrás, el grupo de teatro Margen surcó los mares de serpentina de la calle Uría en un barco pirata. El capitán del navío recitó a Espronceda «con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela».

Los de Tampa, vecinos del concejal José Ramón «Joe» Pando, «tunearon» un autobús con los colores de la bandera americana. Arriba, la banda tocaba «New York, New York». Los primeros pasos de baile típico regional llegaron con la carroza de Ecuador y alguno de sus integrantes descalzos derrochando alegría y colorido. Su paso era también el ecuador del desfile. La otra mitad se caracterizó por los aplausos a la cantante asturiana Anabel Santiago. Subida en la carroza de la agrupación «Como yera antes» de Valdesoto, a los pies de un hórreo, la de Caso se arrancó por el «Chalaneru» y siguió con «Cuando fui a Covadonga». Otra cantante, Tina Gutiérrez venía detrás con unos ritmos bien diferentes: noches tropicanas y la banda «Cubanacán». El «Cucuruchito de Maní», del genial Antonio Machín, resultó de lo más aplaudido. También llamó la atención el baile de la botella, una danza paraguaya que ejecutaron un grupo de mujeres tendidas sobre el asfalto. «¡Esto es la hidalguía y belleza de la mujer paraguaya!», resumió el conductor del espectáculo.

Mientras, el presidente del Centro Asturiano, Alfredo Canteli, aplaudía a las reinas del concejo de Oviedo y a la reina del club social del Naranco, que desfilaron, a continuación, en una carroza.

A la fuente prerrománica de La Foncalada no le venía mal un homenaje después del zapatazo de este verano. Los grupos folclóricos del concejo de Oviedo se encargaron de reparar el agravio: se llevaron al desfile una réplica del monumento y tiraron de ella con dignidad en el paso «La Noche de San Juan».

Cuando el desfile estaba en su máximo apogeo, un agente de la Policía Local tuvo que desalojar a uno de los bailarines de la carroza de Bolivia, que presentaba evidentes síntomas de embriaguez. No se notó la ausencia: sus compañeros dejaron el pabellón bien alto con una brillante ejecución de la danza de Caporales. La samba brasileña -había menos destape que otros años- dio paso al país protagonista de esta edición: México. La carroza de la reina de América iba bien pertrechada por un grupo de mariachis.

Sólo faltaban la carroza de la reina de Asturias y el estreno del himno regional en una versión arriesgada, como marcha a pie. El reto era complicado, pero a la Banda de Gaitas «Ciudad de Oviedo» le funcionó. Eso también es fusión.