Jorge Sánchez Caso, ingeniero de minas de profesión y barítono aficionado por devoción, llevaba prácticamente tres años sin poder hablar ni mucho menos cantar. Pero sí cantó en su propio funeral un «Panis Angelicus», gracias a una antigua grabación, que nos puso a todos los que lo fuimos a despedir un nudo en la garganta. Ahora seguro que ya lo está haciendo «en vivo» allá arriba en compañía de sus admirados «colegas» Mattia Battistini, Riccardo Stracciari, Titta Ruffo, Carlo Tagliabue, Ettore Bastianini, Cornell MacNeil, Piero Cappuccilli, etcétera...

Difícil trago para él y sus muchos amigos sus últimos años de vida. Superado con éxito un infarto sufrido a finales del año 2008, a los pocos meses se le diagnosticó una esclerosis lateral amiotrófica, que en poco más de un año lo dejó físicamente imposibilitado para poder hacer el más mínimo gesto muscular. Sus tremendas ganas de vivir, y la esperanza de una más que improbable recuperación, hicieron que contraviniendo todos los pronósticos médicos viviera hasta el pasado domingo, atendido con infinito cariño por su fiel Amelia y un reducido grupo de amigos. A mí me maravillaba su entereza ante la cruel enfermedad, que lo obligaba a pasar sentado todo el día ante el televisor, donde seguía viendo los partidos de la NBA y algún que otro concierto, a la vez que me producía, dada su situación, un tremendo desasosiego ir a visitarlo y pasar un rato con él.

Atrás quedan muchos años de entusiasta entrega con el anterior Coro de la Ópera, su afición por el canto, sus intervenciones como solista en varias representaciones operísticas del Campoamor, sus anuales vacaciones en Italia, cerca de Verona, los premios al «Personaje de la Temporada» que el Coro instituyó y que siguieron concediéndose, tras cesar éste su colaboración con la ópera ovetense, a través de la Asociación «Camerino 22» que él contribuyó a fundar; y su decisivo impulso para que un grupo de aficionados a la ópera nos atreviéramos a intentar cambiar hace seis años el rumbo de las temporadas ovetenses.

Pero permanece el cariño de sus familiares y de los muchos amigos y compañeros que disfrutaron de su franco carácter, de sus extensos conocimientos sobre la lírica y el canto, de su particular y festiva «ironía», de su afición por las cosas bellas, pero, sobre todo, de su amistad. ¡Ora e per sempre addio!