M. S. MARQUÉS

«Era un personaje de novela, una figura irrepetible sobre la que alguien tendría que escribir, no una hagiografía, sino un relato con el que recuperar un tiempo que se ha muerto con él». Antonio Masip, eurodiputado y ex alcalde de Oviedo, describió así a Jesús Evaristo Casariego, abogado, periodista, historiador, marino y militar, entre otras facetas, a quien ayer el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) rindió homenaje con motivo del centenario de su nacimiento.

Para recordar su figura y relatar algunas de las anécdotas que lo definen como hombre impulsivo, vigoroso y peculiar participaron Rafael Anes, catedrático de historia económica; Julio Fernández Lamuño, cronista oficial de Tineo; Antonio Masip y José Luis Pérez de Castro, abogado y ex director del RIDEA.

Fernández Lamuño dio las primeras muestras del «genio vivo» de Casariego con la anécdota que éste protagonizó en una sucursal bancaria de Madrid a propósito de una bandera británica que molestó al asturiano. La disputa terminó con el escritor en comisaría y con uno de los funcionarios del banco en el hospital a causa de un puñetazo que le costó tres dientes. La pelea tuvo su repercusión en la prensa con el consiguiente enfado de Casariego que amenazó con sacar su palabra igual que antes había hecho con sus puños.

Masip estrechó la relación con el homenajeado durante su etapa de Consejero de Cultura en el gobierno de Rafael Fernández. Entonces Casariego era director del Instituto de Estudios Asturianos -aún no era real- y se hicieron amigos. «Fui su confidente en los momentos duros de su vida, cuando ya estaba cerca del final», comentó Masip, a quien sorprendió ver que a pesar de su dilatada vida y sus numerosos trabajos «se moría en la austeridad». «No tenía ni un seguro para entrar en el hospital», dijo. Masip calificó su relación de interesante desde el punto devista del saber, porque «Casariego era un hombre que sabía muchas cosas y al tuve mucho cariño, era un hombre genial».

También le trató mucho José Luis Pérez de Castro, para quien el hecho de que figuras como Azorín, Marañón, Antonio Machado, Agustín de Foxa y Sánchez Mazas, entre otros, le dedicaran grandes elogios, y que se hubieran presentado tres tesis sobre él, «es suficiente para no poner en tela de juicio que era una gran persona». Pérez de Castro recordó algunas anécdotas. Él mismo fue testigo de una de ellas durante un viaje a Valladolid con Casariego y un sacerdote: En la carretera, el tinetense quiso prestar ayuda a un hombre mayor apoyado en un bastón, quien dándose a conocer como marqués agradeció su interés diciéndole que no era necesario pues ya su chófer estaba arreglando la rueda. Ante el alarde, Casariego respondió «queda a su disposición un hidalgo de las Asturias que viaja con su mayordomo y su capellán».