"El Mesías", de Haendel, según la depurada versión del maestro Aarón Zapico, llenó los corazones de todos los que ayer inundaron hasta decir basta la Catedral de Oviedo. La OSPA, el Coro de la Fundación Príncipe de Asturias y cuatro excelentes solistas Ana Quintans, soprano; Wolf, Andreas, bajo; Andrew Tortise, tenor y José Hernández- Pastor se ganaron cinco minutos y dos segundos de ovaciones y tras la propina -de nuevo el "Aleluya"- tres minutos y medio hasta que sencillamente los músicos se retiraron. Solo faltó el tradicional villancico de cierre y felices pascuas.

En la presidencia -en la primera bancada- estaba la consejera de Cultura Ana González, el deán Benito Casado y la directora de la Fundación Teresa Sanjurjo. En tres ocasiones el público prorrumpió en aplausos -contra lo que indica la etiqueta- arrastrado por el entusiasmo y quizá también porque en cierta medida no era el habitual de los conciertos. La cita fue, como siempre, un torrente de buena música, acto social, fiesta de lujo y felicitación navideña.

Con el aria "Que los valles se alcen" el tenor Andrew Tortise puso, de salida, el listón muy alto. El recitativo "Así dice el Señor de los ejércitos" del bajo Andrea Wolf no le fue a la zaga y el contratenor José Hernández-Pastor mantuvo el nivel en el aria "¿Quién resistirá cuando Él llegue?".

El coro, seguro y feliz, cantó "Porque un Niño nos ha nacido" y llegó el momento de la soprano Ana Quintans que ofreció una versión magnífica del aria "Rejoice", tan difícil como bella.

Ya en la segunda de las tres partes del oratorio algunos espectadores empezaron a desfilar. Los nuevos públicos tiene ese riesgo. El coro "Y con sus cicatrices fuimos curados" mostró el genio de maestro Zapico. La sucesión de recitativos y arias del tenor lo consagraron. Y de nuevo el coro estuvo magnífico en el "Aleluya" el número clave de la obra que Zapico ofreció con pianos y fortes desconcertantes y, en todo caso, muy bellos.

La tercera parte fue para la soprano. Cantó "Yo se que mi redentor vive" de forma emocionante a dúo con el concertino Jorge Jiménez, situado en medio de la nave central. El bajo volvió por donde solía con la trompeta y el coro final se convirtió en una larguísima ovación. El indicado "Aleluya" como propina y en el aire hipótesis y dudas porque el Auditorio puede sustituir a la Catedral el año que viene.