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"La música exige claridad; somos comunicadores, se nos debe entender"

"Mi nueva obra recorre y recoge diversas geografías, culturas y estilos, de Norte a Sur, de los Estados Unidos"

Jorge Muñiz, en la tarde de ayer, en Oviedo, delante del Auditorio. Nacho Orejas

El compositor ovetense Jorge Muñiz, catedrático en la Universidad de Indiana (EE UU), estrena mañana, a las ocho, en el auditorio Príncipe Felipe, la obra "Mississippi", para cuarteto de cuerda y piano, dentro de las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", que patrocina LA NUEVA ESPAÑA. La obra, estreno mundial, es un encargo especial del ciclo. La interpretación correrá a cargo del "Cuarteto Quiroga" y del pianista Javier Perianes. La velada se completa con la interpretación del "Cuarteto de cuerdas, op. 20 n.º 1 en mi bemol mayor", de Haydn, y el "Quinteto para piano y cuerdas", de Schumann.

-¿Cómo es "Mississippi"?

-Es un quinteto de piano y cuerdas. Es una historia personal. Llevo dieciséis años en EE UU. Hace año y medio, con mi mujer y mis hijos, me mudé a Missouri. Allí estuvimos un año. Cuando me invitaron a componer este quinteto para las Jornadas de Piano estábamos de mudanza. Conducíamos por una llanura. Para entrar en el Estado se cruza el río Mississippi, que allí es tremendo, ancho y poderoso. Y después, unos acantilados enormes. Cuando vi aquello, me dije: ya está decidida la obra.

-Como el "Moldava", de Smetana.

-Un poco es así. Una experiencia musical a través del río. Son veintidós minutos y cuatro movimientos.

-A ver.

-El primero es un preámbulo, con el lago Itasca, en Minnesota, donde nace el río. El fluir del agua suavemente. Ese fluir continúa por todos los movimientos. El segundo tiempo, un scherzo, es juguetón. Corresponde a Saint Louis, donde el Mississippi se une con el Missouri. Y allí, el ragtime de Saint Louis. Y el blues. Dos géneros diferentes pero populares. La siguiente etapa corresponde cuando pasa por Memphis, en Tennessee. Es un homenaje al "Rey", a Elvis, así que compuse una balada en el estilo de Elvis, con todos los elementos. Utilizo la balada como aglutinador del movimiento. Entra y sale. Y todo acaba en el último movimiento, en Nueva Orleans. Fue la primera ciudad a la que llegué en EE UU. Pasé allí tres semanas fantásticas. Recuerda mucho a España. Tiene muchas similitudes. En Indiana viven dos grandes amigos, Alfred y Melanie Guillaume, que son originarios de Nueva Orleans. Les dedico el movimiento, con muchas cosas del zydeco, música criolla, francesa e inglesa, con percusiones interesantes, instrumentos que son latas y el banjo. Manejo una versión más moderna del zydeco, que es un poco hip-hop. Así concluye. Mi nueva obra recorre y recoge diveras geografías, culturas y estilos, de Norte a Sur, de los EE UU.

-Un ovetense en Estados Unidos.

-Nací en Suiza, mis padres eran emigrantes. Mi padre, de Allande, y mi madre, de Villamanín. Al mes de nacer yo, volvieron para Asturias. Viví en Gijón y cuando tenía 13 años vinimos a Oviedo, donde viví hasta los 23. Oviedo es mi ciudad. Siempre estudié en el Conservatorio de Oviedo, con Purita de la Riva, piano; Juan Luis Ruiz de la Peña, armonía, y Leoncio Diéguez, composición. Cuando regreso, siempre voy al Conservatorio. Hice dos años de composición, en Madrid, con Antón García Abril y Zulema de la Cruz, y dirección con Enrique García Asensio. Tuve la suerte de conseguir una beca "Fulbright" para estudiar en Estados Unidos.

-¿Cómo fue?

-Una oportunidad increíble. Había conocido a Leonardo Balada, catalán que llevaba desde los años cincuenta en Estados Unidos. De ahí surgió la posibilidad de la beca. Hice una maestría en Pittsburgh con él. Y me fui a Nueva York para hacer el doctorado de composición con Richard Danielpour. Acabé de profesor en la Manhattan School of Music durante cuatro años y después me ofrecieron ir a la Indiana University South Bend en el año 2006. Allí soy catedrático de composición y teoría.

-Formó allí su familia.

-Me casé con una americana allí y aquí. Allí, en una ceremonia civil, y aquí, en la Catedral de Oviedo. Nos casó don Leoncio Diéguez. Hizo una homilía sobre la forma sonata con los dos temas. Una maravilla.

-¿Cómo es su música?

-Pasé por varias etapas. En España compuse y tuve algunos premios y estrenos de las sinfónicas de Sevilla y Málaga. Obras de factura bartokiana y rítmica. En Estados Unidos me fui más a lo abstracto. Siempre me interesaron la música y el folclore asturiano. En la obra que inauguró el auditorio Príncipe Felipe, en 1999, titulada "Asturias desde la distancia", incluí pasajes del xiringüelu y del Himno de Asturias. En los últimos tres años incluyo músicas como el hip-hop con la estética del concierto contemporáneo. No reflejo el estilo, pero sí cojo elementos. Hice en esa línea un dúo de violín y guitarra que se llama "Funk", en referencia a los años setenta y a Jimi Hendrix.

-¿Sus obligaciones universitarias incluyen componer?

-Mi obligación es la docencia, pero se espera que continúe la carrera de compositor y la amplíe. La composición es mi pasión y mi vida, siempre lo haría, pero al tiempo debo hacerlo. Si no escribiese, no sé qué haría.

-Tonal, atonal...

-Mi música es tonal en cierta manera, por la arquitectura. Quiero que mi música se pueda entender. La música exige claridad, somos comunicadores, se nos debe entender. Hay que expresarse bien, con una clara dirección. Utilizo centros tonales, pero no el estilo tradicional de tonalidad.

-Por así decir, se está empezando a componer bien de nuevo.

-Entiendo lo que dice. Es muy interesante. Lo estoy notando con las nuevas generaciones de compositores. Veo sus obras y me llaman la atención. Son de compleja factura, pero al tiempo las ideas están claras. La técnica está para ayudar, pero no puede ser el fin. Ciertos compositores se creyeron científicos. Pero esos tiempos han pasado.

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