La lluvia acompañó la Noche Blanca desde su arranque, a media tarde de ayer, deslució la celebración en la calle -aunque apenas había previstas actividades a la intemperie- y concentró la asistencia en las sedes cerradas. En la primera edición de este evento cultural, la del año pasado, la gente deambuló por la ciudad, de una sede a otra; ayer la noche estaba destemplada y la actividad se refugió en el interior de los recintos. Y, entre ellos, el de la Fábrica de Armas de La Vega fue el que levantó mayor expectación. Una visitante se refería a él como "el Oviedo secreto", otro lo comparaba con el Campo San Francisco y todos quedaban admirados y sorprendidos ante el espacio abierto ante ellos por unas horas.

Miles de personas se adentraron desde las ocho de la tarde por la avenida que transcurre entre las naves industriales que se levantan a la entrada, curiosearon por las que estaban abiertas al público e intentaron adivinar lo que guardan en su interior las que permanecían cerradas. Y en esas idas y venidas descubrían los vestigios barrocos del monasterio de Santa María, visibles en la portada de la iglesia y en el interior de la nave almacén donde el artista japonés Tadanori Yamaguchi llevó a cabo su intervención artística "Existencia oculta". Allí, camuflado en la nave, estaba a la vista, en penumbra, el claustro del convento.

La puesta en escena de Yamaguchi iba a tono con el entorno industrial. Golpeando un bloque de granito en medio de la nave, con pantallas que repetían su imagen y monitores que devolvían en forma de imágenes vibrantes sus constantes vitales. Más tarde, a las once de la noche, debía comenzar el primer pase de "Biolive", un directo audiovisual a cargo del dj Óscar Mulero y "Fium", en el taller M1, que se repitió a la una.

Los 55 trabajadores de la Fábrica de Armas despedidos por Santa Bárbara fueron fieles a su palabra y no interfirieron en el arranque de la programación de la Noche Blanca. El colectivo difundió un comunicado a media tarde en el que se refería a la apertura del recinto de La Vega y a la organización de actividades en él como "una puñalada más". Los antiguos empleados explicaban en él los pasos que dieron para intentar frenar la celebración de esos actos, su falta de entendimiento con el Alcalde y cómo dejaron en manos de los grupos políticos municipales la defensa de sus intereses. "Sólo nos resta agradecer a unos y reprochar a otros lo que les toca, y el tiempo y la opinión popular pondrá a cada uno en su sitio", concluían.

La presencia de los trabajadores se percibió en el recinto durante la noche en el escaso mobiliario apilado en el almacén y en los carteles con el "No al cierre de La Vega" que aún permanecían en algunos ventanales. Y ellos y su situación laboral fueron también protagonistas de muchas de las conversaciones de quienes se paseaban por el recinto.