Cae de cajón pero no se es buen músico por tocar con Sting o Céline Dion, se toca con los mejores porque eres de los mejores. Así de sencillo. Cristina Gestido Álvarez (Oviedo, 1983) toca la viola y ha estado en los mejores escenarios del mundo, muchos de ellos dentro de la gira de seis meses con el exlíder de Police. En la actualidad forma parte de la orquesta de la Royal Opera House de Londres.

Gestido ha llegado a un nivel al que muy pocos llegan y para ello son necesarias dos cosas, el talento y una capacidad de trabajo fuera de lo normal. Además de no rendirse jamás. Lo dice ella misma: "No vale con soñar, lo tienes que intentar". Lo cantaba cuando era Addison en 2013. El videoclip de la canción "Verás" se rodó en Londres, la ciudad a la que había llegado diez años antes. Era una declaración de intenciones desde el flashback a los inicios de una aventura que, aunque asegura que no le costó emprender, sí que le removió. Adisson fue el primer proyecto serio de Gestido dentro del pop-rock. Siempre ha estado vinculada a la música popular, desde que su hermano mayor le ponía de niña discos de Jimmy Hendrix, y hace unos días presentó en Oviedo "Donde sople el viento", su último disco, ya despojada de Addison y dando la cara como Gestido, como si un cierto punto de timidez le impidiese poner su nombre en grande en la carátula y le llevase a ocultar lo bien que hace las cosas

Le mueve la música, es su pasión, su vida, su todo. Una anécdota. Ella, acostumbrada a tocar ante miles de personas, se plantó con su banda en Madrid para tocar en la sala Clarmores. Había siete personas de público. "Fue un bolazo", dicen. La pasión y la intensidad es la misma, la música y el público, sea mucho o poco, se merecen lo mejor que ella pueda dar.

Es mujer dura pero también consciente. Sabe que el sacrificio tiene sus recompensas y que a donde uno quiere llegar no se llega por casualidad, que las casualidades hay que buscarlas y estar preparado para aprovecharlas.

De cría le costaba no quedarse a jugar en el patio del colegio porque tenía que ir al conservatorio. Sus hermanos, mayores, estudiaban piano y guitarra y a los 9 años ella quiso empezar con el violín. No había plaza así que se matriculó, o más bien la matricularon, en viola, pero el instrumento era demasiado grande para que aquella niña se lo echase al hombro así que cogió el violín y con él estuvo los primeros años.

Pasó años cruzando con el instrumento a cuestas esa frontera que imaginaria que separaba El Campillín, donde estaba la casa familiar y los Dominicos, el colegio en el que estudió, con el Oviedo redondo en cuyo centro estaba la casa del deán Payarinos, el canónigo Benigno Rodríguez Pajares, en la que está el Conservatorio Superior de Música de Oviedo. Lo hacía entre feliz, porque allí aprendía música, y resignada porque no podía hacer otras cosas, jugar, por ejemplo.

Es mujer divertida, risueña, extrovertida y persona de las que con el paso de los años conserva amigos de la infancia. Su tiempo lo distribuye entre la música y la música. Muchas horas al día con la viola y cuando la deja se sienta al piano, coge la guitarra o se pone a componer. A su día le faltan horas y las 24 que tiene las aprovecha al máximo. Es feliz con lo que hace porque ha decidido ir donde sople el viento, como se titula su último disco. Nada se le pone por delante pero sabe que hay que estar delante para superarlo.

Cristina Gestido Álvarez ha recibido aplausos en todo el mundo y es así gracias a una familia en la que siempre sonó la música aunque nadie se dedicase a ello más que como acompañamiento de una madre bailarina. Una mujer que encarna ese Oviedo con dos orquestas sinfónicas, temporada de ópera, de zarzuela, ciclo de conciertos de clásica al más alto nivel y jornadas de piano con los mejores intérpretes. Todo eso ha calado en una mujer con enorme talento, con capacidad para asimilarlo y con ganas de aprovecharlo. Ella lo hace porque lo siente, porque no entiende la vida de otro modo y porque es feliz tocando. Y haciendo eso hace feliz a cualquiera que la escucha, ya sea en un gran teatro o en un pequeño bar. La música no entiende de escenarios sino de entrega y ofrecimiento.