Javier Cañedo tiene 54 años y ha dedicado 39 de ellos a trabajar en la Fábrica de Armas de Trubia. Entró en la factoría como aprendiz a los 14 y, tras una vida de entrega a la compañía, se quedó en la calle "con una mano delante y otra detrás". Cañedo -casado y con dos hijos también asfixiados por el paro- es uno de los 55 empleados despedidos por Santa Bárbara Sistemas en mayo de 2013, y miembro de un colectivo que se siente "atropellado por la injusticia" de una multinacional "que se ha llevado por delante la estabilidad y el futuro" de más de medio centenar de familias. Ayer, al igual que el resto de los afectados por los recortes, estuvo en la manifestación que los despedidos organizan todos los días diez de cada mes, un acto que por primera vez fue secundado por decenas de integrantes de la plantilla que siguen en activo. Los paros, de una hora de duración, estaban convocados para los cuatro turnos que trabajan en la fábrica y se prolongarán al menos hasta el mes de julio, si antes no se soluciona la situación.

Los trabajadores despedidos, los que aún se encuentran en plantilla y los representantes sindicales de las federaciones de CC OO y UGT -que ayer también se sumaron a la protesta- quisieron sumar sus voces para hacerle oír a la empresa que su postura "no tiene ningún sentido", asegura Javier Álvarez, otro de los empleados que fue despedido de forma fulminante de la Fábrica de Armas de La Vega (Oviedo) "después de 38 años en la empresa y otros tres de aprendiz". Los trabajadores no comprenden como la empresa se niega a negociar su reincorporación después de haber cerrado un contrato para participar en la construcción de 589 blindados para el transporte de tropas por encargo del ejército inglés y de "contar con unas expectativas de futuro que apuntan hacia la llegada de mucha más carga de trabajo", explica Esteban Elorza, el presidente del comité de empresa. Para Elorza, "hay suficiente trabajo como para aumentar la plantilla y por supuesto para readmitir a los despedidos y solucionar el problema de los contratos relevo que se firmaron a lo largo del 2014".

El drama de los despedidos de la Fábrica de Armas comenzó en febrero del 2013, cuando la empresa presentó un expediente de regulación de empleo. "Hubo un mes de negociaciones, pero no se llegó a ningún acuerdo y la compañía, de forma unilateral, ejecutó en mayo 191 prejubilaciones y los 55 despidos directos. Están jugando con el pan de muchas familias y de trabajadores de muchos años", explica José Luis García, otro de los afectados con 31 años de antigüedad en la compañía. Los trabajadores perdieron un primer pleito en la Audiencia Nacional al presentar la empresa "pérdidas por 70 millones de euros", pero han recurrido la causa ante el Supremo al considerar que esas cuentas no son reales. "Nos hicimos con ellas a través del Registro Mercantil y pudimos constatar que las pérdidas no llegaban a 100.000 euros", afirma García. El próximo día 21 de enero se conocerá si el Supremo admite o no el recurso "con las nuevas cuentas".

Ese es el último halo de esperanza al que se aferra un colectivo de trabajadores a los que el despido les ha cambiado la vida por completo, un grupo de empleados al que le quedan menos de cinco meses de paro "antes de quedarnos sin nada", asegura Javier Álvarez, que está casado y tiene una hija de 28 años que también está en sin empleo. "Hay gente que lo está pasando muy mal. Hemos tenido que apretarnos el cinturón y eliminar gastos que teníamos cuando estábamos en activo. Ahora mismo ya no nos podemos permitir ningún capricho y las cosas irán a peor cuando nos quedemos sin paro", mantiene. Él, al igual que sus compañeros afectados por el despido, ve el futuro "muy negro" porque "ya no tenemos edad para encontrar otro trabajo". No en vano, "después de 38 años de trabajo yo no sabía hacer otra cosa que entrar por la portería de esta empresa".

Javier Cañedo se mantiene en la misma línea. "Esta gente no tiene corazón. Nos echan sin motivo alguno a pesar de que hay trabajo. De repente pasamos de tener una vida digna y de ser el soporte de nuestras familias a quedarnos en la calle", subraya. Otro de sus compañeros, Juan Bautista Argüelles, también se siente "apuñalado" tras haber estado más de 35 años dedicado a la empresa. "Yo miraba por esta compañía como si fuese mía, pero todo se fue al garete de un momento para otro. Cuando te ocurre algo así se te viene el mundo encima", asegura el trabajador, que está casado y tiene una hija.

Los representantes del colectivo de despedidos y los miembros del comité de empresa tomaron la palabra durante una asamblea improvisada que se celebró tras la protesta en el parque de Trubia, a escasos metros de la puerta de entrada a la factoría. "No vamos a parar hasta que consigamos que la empresa entre en razón y que los trabajadores sean readmitidos", recalcó Esteban Elorza durante su intervención.